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—¿Tenemos que venir a esta hora? Es demasiado tarde, hyung —se quejó Jungkook, hundido en el asiento del copiloto, frotándose las manos para combatir el frío que se colaba por la ventanilla entreabierta.

—Tenemos que hacerlo ahora —respondió Yoongi, con la voz tensa y los ojos fijos en la carretera oscura— No sabemos cuánto tiempo le queda a la señora Choi. Se lo prometí.

El peso de esas palabras cayó como una losa. Yoongi apretó el volante, sintiendo el nudo en su pecho crecer. La señora Choi había sido más que una paciente; era un faro de calidez en sus días más oscuros. No podía fallarle, no ahora.

—Este lugar luce tenebroso a estas horas —murmuró Jungkook, mirando el parque frente al vecindario de la señora Choi. La nieve cubría los árboles desnudos, y los faroles proyectaban sombras inquietantes— ¿Y si nos asaltan?

No seas imbécil, madura —espetó Yoongi, estacionando el auto con un movimiento brusco— Será rápido. Solo necesitamos tocar en unas casas y preguntar por un tal Jimin. La señora Choi dijo que vivía cerca, probablemente es un vecino.

Bajó del auto, y el viento helado le golpeó el rostro, era cortante como un cuchillo. Ajustó su bufanda, observando el barrio silencioso, envuelto en un manto de nieve. No tenía idea de por dónde empezar, pero la urgencia lo empujaba. Cada minuto contaba.

—Bien, yo buscaré por el sur y tú irás por… —Jungkook hizo una pausa, frunciendo el ceño— el otro lado.

—¿El oeste? —preguntó Yoongi, con un dejo de impaciencia.

—Sí, ese.

—Entonces, buscamos a alguien rubio y pequeño, ¿como yo? —bromeó Jungkook, con una sonrisa nerviosa.

—¿Cómo puedes bromear en un momento como este? —Yoongi le lanzó una mirada fulminante, sus ojos cargados de reproche. La idea de perder a la señora Choi sin cumplir su última voluntad lo carcomía.

—Solo intentaba aligerar el ambiente —masculló Jungkook, bajando la mirada.

Yoongi no respondió. Giró sobre sus talones y comenzó a caminar, con la nieve crujiendo bajo sus botas. El frío se clavaba en sus huesos, pero no era nada comparado con el peso en su corazón.
Las horas pasaron, lentas y agotadoras. Jungkook tocó puerta tras puerta, pero las respuestas eran siempre las mismas: murmullos de molestia, puertas cerradas en su cara, o un silencio que dolía más que cualquier insulto. Algunos lo echaron con brusquedad, otros lo ignoraron como si fuera un fantasma. La esperanza se desvanecía con cada rechazo, y el frío de la noche se volvía insoportable.

—Esto no funciona —susurró Jungkook, con la voz quebrada por la frustración. Se frotó las manos, que ya estaban rojas por el frío— Nos ignoran, y hace cada vez más frío. Ni siquiera sé dónde está hyung. —Miró el parque, cubierto de nieve, y suspiró— ¡Qué frío! Debí traer un suéter.

Derrotado, se dejó caer en una banca. Decidió esperar a Yoongi allí, rezando por que él tuviera más suerte. La soledad del parque lo envolvió, y el viento le arrancó un escalofrío.

—¡Tengo frío! Hyung, no tardes, por favor —murmuró, abrazándose a sí mismo.

—¿Tienes frío? —Una voz suave, casi etérea, lo sobresaltó. Un chico rubio, pequeño y envuelto en una manta vieja, estaba a su lado, como si hubiera surgido de la nieve misma.

—Eh, sí. ¿De dónde saliste? —preguntó Jungkook, parpadeando con incredulidad.

El chico parecía frágil, con las mejillas enrojecidas por el frío y los ojos brillando con una calidez que contrastaba con la noche helada.

Rockabye | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora