Park Jimin es echado de su hogar después de que sus padres descubrieran de su embarazo, solo y sin ayuda el destino lo lleva a conocer a Min Yoongi, un exitoso cardiólogo, lo que ambos no saben es que su pasado estaba relacionado. ¿Podrán seguir jun...
El doctor Min revisaba el diagnóstico con precisión en su consultorio, la luz primaveral se filtraba por la ventana, iluminando las paredes blancas. Como sospechaba, su diagnóstico era acertado, su paciente padecía el síndrome del corazón roto.
—Usted tiene algo llamado síndrome del corazón roto, también conocido como miocardiopatía por estrés —explicó Min Yoongi, observando la expresión desconcertada de Park Sandara, una mujer elegante que abrazaba su bolso con fuerza, sus nudillos pálidos— Esa es la razón de su dolor torácico repentino. No era un infarto, pero el síndrome lo simuló.
—¿Sabe qué lo causó? —preguntó Sandara, su voz cargada de angustia, los ojos brillando con lágrimas contenidas.
—Es común que se desarrolle por emociones fuertes: tristeza, preocupación, pérdidas familiares, o cualquier situación que genere emociones negativas —respondió Yoongi, con un tono profesional pero empático, ajustando sus gafas.
—¿Cuál es la medicina que debe tomar? No tenemos tiempo para explicaciones —interrumpió Park Seung, de pie junto a ella, su voz cortante, el traje impecable contrastando con su desprecio.
—Afortunadamente, lo detectamos a tiempo —continuó Yoongi, ignorando la rudeza— Le recetaré medicamentos para reducir la carga de trabajo del corazón. Necesita reposo absoluto, descansar, y evitar emociones fuertes o preocupaciones por un tiempo. Esto ayudará a que el síndrome desaparezca y evitaremos complicaciones graves, como cirugía o, en casos extremos, la muerte. —Habló con amabilidad, escribiendo la receta con letra clara— No se preocupe, señora Park. Se recuperará si mantiene la tranquilidad.
—Si ella muere, no habría mucha diferencia. Ni siquiera importaría —dijo Seung, riendo como si fuera un chiste cruel, su risa resonando en el silencio del consultorio.
Yoongi apretó los labios, conteniendo su indignación, y entregó la receta a Sandara, cuyos ojos evitaban los de su esposo.
—Aquí tiene, señora Park. Siga las indicaciones y agende una cita en dos semanas para seguimiento —dijo, manteniendo la calma.
—Gracias por tu ayuda, Min. Espero no necesitar otro favor tuyo —espetó Seung, con desdén, su tono goteando superioridad.
—Son 23 mil wones por la consulta —respondió Yoongi, su voz firme, mirándolo directamente.
—Considera seguir teniendo trabajo como tu paga. No me cuesta nada llamar al encargado y hacer que te despidan. Tengo contactos —replicó Seung, tomando a Sandara del codo con brusquedad y sacándola del consultorio, la puerta cerrándose tras ellos.
Yoongi se quedó con un amargo sabor de boca, el aire pesado, el eco de los pasos de Seung desvaneciéndose. ¿Por qué las personas con dinero, como él, siempre eran tan crueles? Recordó los maltratos de su infancia, el desprecio de quienes se creían superiores. Miró la silla vacía de Sandara, imaginando su sufrimiento.
—Pobre mujer, vive una condena —musitó, el corazón apretado por la injusticia.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Seokjin estaba de rodillas frente a la taza del baño en el hospital, sintiendo las baldosas frías contra sus manos. Había pasado una hora vomitando, incapaz de retener su desayuno. Cada mañana era lo mismo, un malestar estomacal que lo debilitaba, un nudo en el pecho que no explicaba. Aunque trabajaba en un hospital, se negaba a agendar una cita médica. “Ya pasará,” se repetía, limpiándose la boca con una mueca de agotamiento.
Con pesadez, se levantó, bajó la cadena, y caminó al lavamanos. El espejo reflejó un rostro demacrado, ojeras profundas como sombras, piel pálida, mejillas hundidas. No era el Seokjin de hace un mes, cuando sonreía sin esfuerzo. La vida apestaba, pero fingía que todo estaba bien, escondiendo su dolor tras una máscara de profesionalismo. Lavó su rostro con agua fría, se cepilló los dientes, y ajustó su bata blanca para parecer decente. Tenía citas que atender; no podía detenerse.
En su consultorio, Jimin y Yoongi esperaban sentados, el vientre de Jimin era prominente en su séptimo mes, resaltando bajo su ropa. Al ver a Seokjin acercarse, se levantaron.