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Kim Taehyung estaba solo en un espacio silencioso, con el teléfono apretado contra su oído. La luz tenue de una lámpara proyectaba sombras afiladas sobre su rostro.


—¿Entonces, si el padre del niño muere, me quedaría con la custodia total de ese niño? —preguntó, su voz era calculadora, cada palabra medida con precisión.

—Así es, señor Kim —respondió el abogado al otro lado de la línea, su tono profesional y seco— También tendría control sobre los bienes del niño, incluyendo las empresas Park.

—¿Al igual que con lo perteneciente al niño? ¿Eso significa que me pertenecerían las empresas Park? —insistió Taehyung, sus ojos entrecerrándose, un destello de ambición cruzándolos.

—Está en lo correcto, señor Kim —confirmó el abogado— Usted estaría a cargo de las empresas Park hasta que el niño cumpla la mayoría de edad y pueda decidir sobre su futuro.

Taehyung permitió que una sonrisa oscura curvara sus labios, su mente ya trazando los pasos siguientes.

—Gracias por aclarar mis dudas, señor abogado. Tengo que colgar. —Cortó la llamada sin esperar respuesta, dejando el teléfono a un lado con un movimiento brusco. El silencio lo envolvió. —Vamos por buen camino. El camino del éxito —murmuró, aunque una punzada de duda lo atravesó, un eco de emociones que no podía nombrar.

Se reclinó, mirando al vacío, su mente  estaba dividida entre la ambición que lo había definido siempre y un sentimiento nuevo, uno que amenazaba con desbaratar sus planes cuidadosamente orquestados.

Se reclinó, mirando al vacío, su mente  estaba dividida entre la ambición que lo había definido siempre y un sentimiento nuevo, uno que amenazaba con desbaratar sus planes cuidadosamente orquestados

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Los rayos del sol veraniego atravesaban la ventana de la habitación de hospital de Jimin, bañando el espacio en una luz cálida y dorada. Era una hermosa mañana, un radiante 28 de julio. Jimin estaba cómodamente acurrucado entre los brazos de Yoongi, sus cuerpos entrelazados en la pequeña cama del hospital. Sus respiraciones eran rítmicas, sus latidos parecían sincronizados, como si compartieran un solo corazón. Jimin sentía una felicidad profunda, una paz que solo encontraba en los brazos de su novio, tras meses de dolor y reconciliación.

—El día de nuestra boda te verás precioso —dijo Yoongi, rompiendo el silencio.

—¿Boda? —preguntó Jimin, alzando la vista, sus ojos brillaban con sorpresa y una chispa de diversión.

—Quiero pasar una eternidad contigo, cariño —respondió Yoongi, su tono cargado de sinceridad— No estoy dispuesto a volver a ser un idiota y tratarte mal. Cuando salgas de aquí, te llevaré a la playa, y con una puesta de sol te pediré matrimonio, como en las películas.

Rockabye | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora