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El funeral fue un murmullo apagado bajo el cielo gris de Busan. Pocas personas asistieron, en su mayoría trabajadores del hospital: enfermeras que secaban lágrimas discretas, médicos que intercambiaban recuerdos en voz baja. La señora Choi había sido un faro en sus vidas, una presencia cálida en los pasillos estériles, y su ausencia dejaba un hueco que el frío de febrero parecía agrandar. El aroma de los crisantemos flotaba en el aire, pesado como el dolor que cargaban los presentes.

Jimin estaba de pie junto a la urna, con el corazón apretado. Yoongi le había prestado un traje oscuro para la ocasión, una camisa y un abrigo que le quedaban grandes. La ropa ocultaba su vientre, aún pequeño a los cinco meses de embarazo, haciéndolo parecer solo un joven frágil perdido en su tristeza. Quería derrumbarse, gritar, pero se mantuvo erguido, con las manos apretadas frente a él. Yoongi no se apartó de su lado, una sombra silenciosa que compartía su duelo sin decir palabra. Jimin sentía la pena del doctor, un eco de la suya, y anhelaba ofrecerle consuelo, tal vez un abrazo. Pero no lo hizo. Eran casi extraños, después de todo, unidos por una promesa rota y una pérdida que aún quemaba.

—Yoongi, ¿puedes venir un segundo? —dijo Jungkook, rompiendo el silencio. Su voz era baja, pero había una urgencia que hizo que Jimin levantara la mirada— Necesito hablar contigo antes de que vayas a casa.

—Dame un momento —respondió Yoongi, posando una mano breve en el hombro de Jimin antes de seguir a Jungkook por un pasillo del crematorio.

Jimin los observó alejarse, sintiendo el frío colarse por las mangas del abrigo prestado. La soledad lo envolvió, y el murmullo de las condolencias se desvaneció en sus oídos. La señora Choi se había ido, llevándose la única chispa de hogar que había encontrado en meses. Sin ella, el mundo parecía más grande, más cruel.

—¿A dónde vamos, Jeon? —preguntó Yoongi, con un cansancio que pesaba en cada palabra mientras seguía a Jungkook.

—¿Te volviste loco? —espetó Jungkook, deteniéndose con brusquedad. Sus ojos brillaban con una mezcla de preocupación y enojo— ¿Cómo se te ocurre meter a un extraño en tu casa?

—¿Qué? Oye, ten respeto, soy tu—

—No puedo creer lo que estás haciendo —interrumpió Jungkook, bajando la voz para no ser oído— Sí, ayudamos al chico, cumplimos con la señora Choi. Pero esto termina aquí, Yoongi. No lo conoces.

Yoongi suspiró, frotándose la nuca.

—No lo conozco, pero está solo. Sé lo que es sentirse así, Jungkook. No puedo darle la espalda.

—¿Y si es un ladrón? ¿No tienes sentido común? —Jungkook alzó las manos, frustrado— Podría estar mintiéndote, aprovechándose de ti.

—Es demasiado… sincero para ser un ladrón —respondió Yoongi, con una suavidad que lo sorprendió incluso a él— La señora Choi confiaba en él. Eso me basta.

—¿Te estás oyendo? —Jungkook dio un paso hacia él, con la voz temblorosa— Es un desconocido. Podrías meterte en un lío.

—Cuando nos conocimos, éramos extraños —replicó Yoongi, mirándolo fijamente— Y ahora eres como mi hermano. A veces hay que arriesgarse.

—Es diferente —insistió Jungkook, con el ceño fruncido— Hay algo raro en él. Tal vez no sea malo, pero apenas sabemos quién es.

—Ese es el punto —dijo Yoongi, con una calma que escondía su propio conflicto— Conocerlo, ayudarlo. Todos necesitamos una mano alguna vez. —Hizo una pausa, suavizando su tono— Ahora, déjame volver con él.

Jungkook lo vio alejarse, con el corazón apretado. No dudaba de Yoongi, pero temía que su amigo terminara herido. Había algo en Jimin, una sombra que no podía descifrar, y eso lo inquietaba más de lo que quería admitir.

Rockabye | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora