—¿Hora de la muerte? —preguntó Yoongi, con la voz apagada, como si pronunciar esas palabras le arrancara un pedazo de alma.
—2:45 a.m. —respondió la enfermera, con un tono profesional que no ocultaba su propia tristeza.
—No hay nada más que hacer. Ocúpese del papeleo, por favor —dijo Yoongi, antes de salir de la sala de cuidados paleativos.
Cada paso resonaba en el pasillo estéril, pero el peso en su pecho era más pesado que cualquier sonido.
Al abrir la puerta, se encontró con Jimin, sentado en el suelo, con las rodillas contra el pecho y la manta vieja apretada sobre su pecho como un escudo. Sus ojos, vacíos y brillando con lágrimas contenidas, miraban a la nada, como si el mundo hubiera perdido todo color.—Lo siento —dijo Yoongi, agachándose a su nivel. Su voz tembló, traicionando la fachada de médico—. No pudimos hacer nada. Ella… acaba de irse.
Jimin no respondió. No había palabras que pudieran llenar el hueco que la señora Choi dejaba. Yoongi extendió una mano, ayudándolo a levantarse con cuidado, como si temiera que el chico se rompiera. Lo guio en silencio hasta el auto, con el frío de la madrugada colándose por las puertas del hospital.
—Sé que estás pasando por un momento muy duro —dijo Yoongi, una vez dentro del vehículo. Su mirada estaba fija en las calle desierta, iluminada solo por los faros— Sé lo que duele perder a alguien y sentirse impotente. No pienses en nada ahora, Jimin. Solo descansa. Ella está en un lugar mejor.
Jimin no contestó. Sus ojos seguían las luces de los faroles, que pasaban como destellos fugaces en la noche. La señora Choi había sido su ancla, la única persona que lo vio cuando el mundo lo descartó. Su pérdida era un incendio que lo consumía por dentro, y cada latido de su corazón parecía gritar su ausencia.
—No te preocupes por el papeleo ni los gastos —continuó Yoongi, rompiendo el silencio— El hospital se hará cargo de todo. Si me das tu número, te avisaré cuando el cuerpo esté en la funeraria.
—No tengo celular, doctor Min —respondió Jimin, con la voz apenas audible, rota por el dolor.
—Oh —dijo Yoongi, sorprendido pero sin insistir— En ese caso, pasaré por ti más tarde a tu casa. Si no es molestia, ¿puedes darme tu dirección?
—Doctor Min —susurró Jimin, apretando la manta contra su vientre.
—No hace falta que me llames así. Puedes decirme Yoongi.
—Doctor Min, puede dejarme donde me encontró, en el parque —dijo Jimin, con la mirada baja— No es necesario que vuelva por mí. Gracias por dejarme despedirme de ella.
El esfuerzo de Jimin por contener las lágrimas era evidente. La señora Choi no era solo una vecina amable; era la madre que nunca tuvo, la que le dio esperanza cuando no tenía nada. Perderla era como perderse a sí mismo, y la idea de volver al parque, a la soledad, le desgarraba el alma.
—No puedo dejarte caminar con este clima —insistió Yoongi, con un dejo de preocupación—. Está helando, y en tu estado, perder a alguien no es fácil… Dime tu dirección, por favor.
Jimin guardó silencio. No tenía dirección. Su hogar era una banca cubierta de nieve, un pedazo de calle que lo acogía sin juzgarlo. Pero admitirlo era abrir una herida que no estaba listo para mostrar.
—Jimin, ya llegamos al barrio —dijo Yoongi, deteniendo el auto cerca del parque—. Dime por dónde vives.
—El parque —susurró Jimin, tan bajo que apenas se escuchó.
—¿Qué? —Yoongi frunció el ceño, inclinándose hacia él— Déjame llevarte a la puerta de tu casa. Es tarde, hace frío. Solo quiero asegurarme de que estés a salvo.

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Rockabye | Yoonmin |
FanfictionPark Jimin es echado de su hogar después de que sus padres descubrieran de su embarazo, solo y sin ayuda el destino lo lleva a conocer a Min Yoongi, un exitoso cardiólogo, lo que ambos no saben es que su pasado estaba relacionado. ¿Podrán seguir jun...