Capítulo 23

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Genial, ahora tengo a un licántropo enojado

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Genial, ahora tengo a un licántropo enojado.

¿Por qué a Iki siempre le pasan cosas?

No fue mi culpa que comiera esa porquería que le cayó mal. Así como tampoco es mi culpa el que tuviera que hacer lo que hice.

¡Él me dijo que llamara a su madre y solo obedecí para ayudarlo!

—Es un mal agradecido —Digo caminando de un lado a otro por mi habitación —Primero me dice que haga algo por él y luego se enoja. Que actitud tan infantil.

Termino sentándome en mi escritorio para adelantar trabajo e intentar desligarme del nudo que tengo en mi cabeza por lo ocurrido.

—Se comporta como un cachorro —Me doy cuenta de lo que digo. —Ya basta, deja de pensar en él, James.

Estoy seguro de que se le pasará el mal genio durante la tarde. Se levantará,  comerá algo y volverá a ser el mismo de siempre.

—¿Cómo te sientes? —Pregunto al verlo, pero no obtengo respuesta. —Está bien, lo siento, no quise decir que me pareció divertido; pero ¿qué querías que hiciera? ¿Sufrir contigo? —Iki me mira en silencio.

Está bien, no soy bueno con las disculpas y creo que lo empeoré, porque Iki se levanta un poco más molesto para volver a su habitación cerrando la puerta con fuerza.

—¡Iki, vamos! —Digo desde el otro lado —¡Ya te dije que lo siento! ¡¿Qué más quieres que haga?! —La puerta se abre de golpe y quedamos frente a frente. Está muy cerca.

—Cierra-la-boca —Dice en un tono bastante extraño. Segundos después, vuelve a cerrar la puerta.

El que saliera transformado en lobo y quedaramos frente a frente de esa manera me hizo sentir nervios. Como si el ver esos ojos amarillos tan cerca provocara que mi corazón se acelerara de un segundo a otro.

Esta es una parte de Iki que no creí que tuviera. Y en definitiva, intentaré no hacer que vuelva a sacar.

—Nota mental, no hacer enojar al lobo. Tanto.

¿Cómo haré para que ya no esté molesto conmigo?

Aunque pensándolo bien, creo que su enojo es algo desproporcionado con respecto a la situación.

Está bien, lo intentaré otra vez.

—Vamos, James. No va a morderte... Espero.

Respiro profundo antes de golpear a la puerta de Iki. Hay mucho ruido adentro, ¿qué está pasando?

—¿Iki...?

Me sorprende ver que abre la puerta de golpe. Está arreglado como para salir.

—¿A dónde vas?

—Tengo que salir.

—¿A qué...?

—No sé a qué hora vuelvo, adiós.

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