Cuatro

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Debería estar metida en mi cama, con una almohada detrás de mi cabeza y un justificante en la dirección. Enferma de fiebre, tos o una fuerte infección estomacal que no me permita alejarme a más de veinte metros de distancia del baño. Pero no, estoy sana. Lo suficientemente sana como para poder caminar hacia la cafetería.

Doy un suspiro cansado y abro una de las grandes puertas de la cafetería, el bullicio cotidiano me envuelve al instante. Risas, conversaciones triviales, chicos que se atreven a lanzar el balón de americano a través del lugar, comida cayendo de las mesas. Todo está normal, odiosamente normal.

Camino sin vacilar hasta mi mesa habitual. Hannah ya está ahí y me observa mientras me acerco. Nadie repara en ella, lo cual me tranquiliza. Paso por el buffet, tomo una bandeja de alimentos y camino con ella hacia mi destino final.

-Hola-. Dice Hannah cuando me siento frente a ella.

- ¿Qué pasa con tu almuerzo? -. Inquiero al notar que esta vez no ha traído su bandeja rebosante de alimentos.

-No voy a probar las porquerías que sirve la cocinera-asegura. Abre su mochila, saca un sándwich de jamón y queso y le da una buena mordida-. Esto está mejor-. Asegura extasiada. Luego saca dos latas de soda y me da una.

-Oh. No es necesario, Hannah...

-Anda, tómala. Es lo mínimo que puedo hacer por la chica que evita que yo sea una niña molestada.

Sonrío un poco, abro la lata y le doy un buen trago. Las puertas se abren nuevamente, Wilson entra a la cafetería. Le han quitado el cabestrillo del brazo y su uno ochenta posa sus ojos en mí con una mezcla de resignación y enfado. Un par de chicas le sonríen en una mesa cercana a la nuestra. Las miro, son patéticas; cuchichean en voz baja y una de ellas se arregla el pelo con sensualidad. Sí, puede que sea bonita, pero tiene un maní en el cerebro. Wilson camina hasta el buffet y se entretiene por un rato, supongo que tratando de evitar lo inevitable.

- ¿Qué no va a sentarse contigo? -. Pregunta Hannah mirándolo con detenimiento.

- ¿Y tú cómo sabes eso?

-Yo sé muchas cosas, Taylor-sonríe acomodándose los lentes-. Sabes, él es muy guapo-. Dice sin quitarle la mirada de encima y muerde su sándwich.

-Hannah...

- ¿Eh?

-Si repites eso me veré en la necesidad de meterte la comida de la cocinera en la boca para que te calles-. Advierto.

- ¿No me digas que no lo has notado? -levanta una ceja-. Solo mira este lugar. Desde que su exnovia lo bateó, todas las chicas parecen estar al borde de lanzarse sobre él cada vez que pasa. Es como si el chico se hubiese roseado feromonas de manera excesiva.

-No puedo negar que es atractivo, pero es insoportable -balbuceo-, y si te atreves a saltar sobre él como las demás, fingiré que no te conozco.

Ella suelta una risita y me doy cuenta de que no es de las que se ofenden con cualquier tontería. Eso es bueno.

-Ahí viene-. Susurra, se vuelve a acomodar los lentes y se levanta.

No me da tiempo de pedirle que no se vaya, mira a Wilson y luego sigue caminando. Las chicas al lado de mí le sonríen y él les muestra una sonrisa apretada, ausente de alegría. Ellas borran cualquier entusiasmo de su cara cuando ven que no se dirige a su mesa. Me coloco mis auriculares y trato de no mirar al frente. Siento la presión recaer en mí. De pronto me da la impresión de que todo a mi alrededor se vuelve más lento, más callado y que todos nos observan. Esto es humillante.

Wilson hunde su mirada en la bandeja de alimentos, supongo que se siente de la misma manera que yo. Sé que todos nos están mirando, escucho algunos susurros filosos; ya deben estarse preguntando porque Wilson se ha sentado en mi mesa y yo no lo he golpeado, si ambos nos odiamos.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora