Noventa y seis.

3 3 0
                                    


Estamos relativamente listos. Los chicos se han hecho una especie de porta bombas. Todas las botellas están atadas una al lado de otra con gasas. Una, dos, tres vueltas. Se  han pasado las tiras por los hombros y luego por la cintura. Llevan una mochila explosiva pegada a sus cuerpos.

-Tengan mucho cuidado- musita Griffin cuando Jackson se hace el ultimo amarre-. Eviten a toda costa que les peguen los disparos, si le dan a alguna de nuestras botellas vamos a explotar con toda la carga.

Siento pánico, al final Wilson tiene razón, se han terminado por convertir en un equipo camicase.

-Entiendo que todo esto haya sido idea de Shane-susurra Wilson con voz apagada-, pero realmente estoy empezando a creer que no le caÍamos muy bien.

Salimos todos dispuestos. No hay tiempo que perder. Griffin vuelve a mirar su brazo una vez más.

-Por aquí-. Masculla haciendo una seña.

Esto es prácticamente una ratonera. Un laberinto con una sola salida. Quien diría que terminaríamos metros y metros bajo tierra. Sopeso que las posobilidades de sobrevivir son una de cinco. Un tanto alentador.
Seguimos caminando cautelosamente por pasillos y pasillos muertos, donde no hay una sola puerta, solo caminos de paredes de metal que se distribuyen como las ramas de un árbol.  Es demasiado extraño, no hay cuartos ni habitaciones, solo muchos pasillos.

-Por este- vuelve a señalar Griffin. Le sienta bien la jefatura.  Tiene una leve mirada de emoción en el rostro.

Por momentos temo que realmente todo sea como siempre, un juego. Que a pesar de la luz cortada y de la oscuridad, haya cámaras infrarrojas tocando nuestros pasos. Lo unico que queda es esperar que no.

-Esto tiene que ser una trampa- dice Jackson-. No hay nadie aquí. No nos hemos topado con ningún colega.

-Reza, cabezota-  le contesta Griffin-. Reza porque no tengamos que hacerlo.

Al final despues de varios y varios metros llegamos a un cuarto distinto. Un amplio espacio identico al de una casa. Con estatuas de cuerpos de mujeres desnudas en las orillas y cortinas en las paredes. Todo ha sido tapizado con un elegante color negro. El contraste con las paredes blancas es alucinante. Es una sala vacía llena de pequeñas luces conectadas seguramente a pilas eléctricas, una planta de energía o luz solar, porque le dan a la habitación un encanto mágico. El espacio es tan amplio que a lo lejos se alcanzan a ver tres caminos oscuros, Griffin se revisa el brazo nuevamente. Es entonces cuando escuchamos el primer disparo. Todos agachamos los cuerpos. Yo vuelvo la mano con fuerza a mi zapatilla quitando nuevamente la carcasa del tacón.

Wilson se levanta rápidamente con un arma en mano y responde. Los disparon se duplican.  Las lucecillas revientan una tras otra 

-¡Detrás del sofá!-. Me grita Jackson.

Me arrastro gateando  sobre el piso alfombrado. Me siento indefensa sin un arma. No puedo evitarlo, suelto un grito cuando una bala atravieza el sillón unos centímetros al lado de mi hombro. 

No puedo más con esto. Esta es una lucha que no puedo pelear sin ningún rostro cercano para ser golpeado. La daga incrustada en la zapatilla no me sirve de nada mientras me mantengo escondida detrás de un sillón caro.
Wilson corre hasta mí y agachado me pide que saque una de las botellas.

-¿Para qué?

Dispara y se oculta.

-Están detrás de uno de los pasillos. Salen de ahí. Si encendemos fuego a esos ya no podrán atravesarlos.

-Pero dijiste que será una cuenta regresiva...

-¡Rápido, Madd!-. Se oye desesperado. Si me lo pide es porque seguramente sabe que no hay opción.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora