Setenta y dos

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- ¡Hora de levantarse!

Me aferro a los postes de la cama cuando siento como me jalan la sábana y posteriormente los tobillos. Tengo los ojos cerrados, aun así, puedo escucharme diciendo algo.

-Es el primer día. Hora de levantarse, señorita.

Reconozco la voz de Horacio pidiéndome ponerme de pie. Siento la tela de sus guantes aferrada a mis tobillos.

- ¿Qué hora es? -. Pregunto abriendo un ojo.

-Son las seis de la mañana, señorita ¡Arriba!

- ¿Por qué me estás jalando?

-Porque le he llamado más de seis veces y no se despertaba-dice sin dejar de jalar-. El señor me ha dicho que es preciso que la saque a rastras si es necesario.

Al fin decido soltarme. Mi espalda empieza a correr por la cama hasta que la siento al borde de esta. Horacio me lanza entonces una toalla y pide que me dé un baño.

-Es demasiado temprano, Horacio.

-Se le ha hecho mala costumbre, Taylor. Arriba.

Con trabajo me levanto. Mis piernas se convierten en dos tiras gelatinosas y en dado momento tengo la sensación de que caeré. Horacio me apresura, siento como me empuja por la espalda. Apenas soy consciente de a dónde voy.

-Horacio-. Digo con los ojos entrecerrados.

- ¿Si?

-Dile a London que no puedo.

-No hay excusas esta vez-. Contesta corriendo una cortina de plástico.

Me recargo en la pared con ganas de volver a la cama. Ciertamente desde que salí de la celda se me hizo mal hábito levantarme tarde, pero es que la cama es increíblemente cómoda. Escucho el agua de la regadera comenzar a caer con fuerza. Antes de poder preguntar qué pasa, Horacio me toma por los hombros y me empuja. Al instante suelto un grito al sentir los chorros de agua fría caerme en la cabeza y correrme por el resto del cuerpo. Abro los ojos como si me hubiesen inyectado cafeína.

- ¿¡Qué te pasa!?

-La mejor manera de despertar siempre es con una buena ducha - dice el mozo soltando una risa-. Dejaré su ropa aquí. Cuando esté lista haga favor de bajar con la cocinera, después vaya al tercer piso, puerta cuatro.

-No creo que quiera-. Digo sacando la cabeza. El cabello ya está completamente empapado.

-Se trata de la reunión, es precisa su presencia. Por cierto Sr. London me ha pedido que le anuncie que debe hacerse una coleta alta.

- ¿Para qué?

-Ya lo sabrá.

-Horacio- pregunto antes de quitarme la ropa hecha papilla- ¿Sabes que dijeron de mí ayer después de que me fui de la cena?

- ¿Tanto le preocupa?

-No, no es eso... Solo que...-. Me quedo callada, él parece entender lo que intento dar a entender.

-Pues el señor Gordon dijo que era bastante insolente y violenta- asegura-, pero que eso no le importaba mucho porque gracias al cielo él solo se encargará de hacer los vestidos.

No puedo evitar hacer una mueca de vergüenza. Perdí los estribos entre un montón de desconocidos, pero ¿Qué más podía hacer? Comenzaron a atacarme.

-M. Tinkin dijo que no le sorprendía su reacción y su poco don de la paciencia, puesto que viene de un lugar tan bajo. M. Merea por su parte aseguró que algo rescatable de su carácter es la seguridad con la que se maneja. No le ha ido tan mal ¿No cree, Taylor?

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora