Noventa y siete.

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Jackson.

Tiempo atrás.

Escucho en mi cabeza las primeras notas de la guitarra eléctrica. Después vienen las sirenas policiacas. La música está en mi mente sin importar que estemos al pendiente del combate que se viene. Dentro de la jaula hay dos sujetos . Robbin tiene 18 años, bajito. Es el nuevo. Todos lo llaman el pequeño Shane, pues antes de que el camarada nos abandonara apareció con extremo gusto por hacerse su amigo y pisar a donde quiera que él pisaba. Robbin es muy listo, le aprendió varias técnicas que poco a poco le han ido abriendo paso entre los peleadores. Falta que le respeten como al cabeza de trigos dorados. Al otro competidor le dicen Turner. No está en mi cuadrilla, asi que el como se llame me importa poco. La pelea prácticamente esta definida. Puede que deteste con todo mi corazón a Robbin la sanguijuela, pero se aceptar cuando un competidor tiene buenas capacidades. Este niño sin duda las tiene.

Yo solo puedo pensar en el ultimo tren a Londres. Que ganas de largarme de aquí. Con gusto lo habría tomado aun sin saber que sería de mi vida. Mi pierna izquierda se mueve un poco sin permiso.

Los nuevos ya empiezan y los golpes son tan acordes, que a veces pienso que la música ha sido lo único que me ha mantenido aquí. Ganas de mover las malditas caderas mientras invito a una señorita deshinibida a la pista de baile no me faltan. Malditos hombres. Si tan solo tuviera una mejor razón para fugarme. Una chica, una bailarina y amante de la música como yo. Seguro la hay. Pienso en esa chica, "la chica" en específico. Escucho "Last train to London" mientras mi cabeza la recuerda. Si tan solo hubiese tenido la oportunidad de hablar con ella, si hubiese tenido un indicio de que podría haberle gustado; no estaría aquí en este momento.

Entran las notas del piano en mi mente. Robbin ya le sacó sangre a Turner por la boca. Levanta las patas como una bailarina de ballet. Le ha gustado copiar el estilo del hermano mayor. Idiota Robbin. Nadie remplaza a Shane. Siento de pronto un dolor fuerte en el pie izquirdo. Me muerdo la lengua antes de gritar y que me manden por unas buenas tablas.

-Si sigues moviendo así los pies van a meternos a la celda de castigo juntos, cabrón. -. Argulla Grifiin que se limita a mirar al frente con rostro implacable.

-Quiero ponerme las orejeras y largarme a golpear un costal. O a alguno de los nuevos-. Devuelvo por lo bajo.

-No seas estupido, tienes que aprender a mantener esos pies y esa cola quietos. Todas las tablas que te han dado han sido por eso.

-Lo vale-. Le digo levantando los hombros.

-¿Qué piensas de la pequeña sanguijuela?-. Pregunta de pronto mirando a Robbin, lo llama así porque ese chico solía pegarse a Shane todo el tiempo que podía. A mí me gustó el apodo y ahora es algo que ambos entendemos.

-Es bueno, pero detesto que se copie de la vibra de nuestro camarada.

-Voy a darle una golpiza si sigue diciendo en las habitaciones que Shane lo a apadrinado y que son amigos de toda la vida. Nosotros somos sus amigos de verdad y no vamos por ahi contoneandonos como pavorreales por ser intimos del comandante en jefe de cuadrillas actual.

-Jodido idiota.

Siento como mis ojos se abren enormemente. Alguien me ha tocado el hombro izquierdo por detrás. No me doy tiempo a tener pánico, me mantengo quieto con la mirada al frente. Si me van a tablear por hablar mientras estamos en presencia de una pelea, que así sea.

-Ustedes dos- dice una voz que me sorprende escuchar -, silencio. Les va a doler la espalda si no se callan.

-Oh, es mi verdugo favorito-. Gimo.

Shane suelta una leve risa incontrolable.

-Cállate, Duckson-. Me da un golpe en el hombro y se aleja.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora