Nueve

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Pesan, mis párpados pesan. Las pequeñas líneas de mis ojos cansados se abren lentamente. Parpadeo un par de veces, agradecida por poder despertar de aquella horrible pesadilla. Lo primero que veo es la tela que ata mis piernas. Quiero moverme, pero al intentarlo mis brazos tiran de mí haciéndome regresar a mi posición inicial. Descubro que estoy atada a una silla, mis brazos tras el respaldo, mis tobillos inmovilizados también. Miro hacia los lados buscando una respuesta coherente. No fue un sueño, el sujeto que entró a mi casa era real.

Visualizo una puerta de madera frente a mí, si tan solo pudiera llegar a ella. Miro hacia mi derecha, hay un montón de cosas arronzadas, cachivaches viejos y una pared blanca de tono sucio que no tiene ventanas. Giro a mi izquierda y veo a Wilson... ¿Wilson? No es mi imaginación. Mis ojos se abren de manera desmesurada al verlo, y al mismo tiempo suelto un suspiro involuntario de alivio. Está vivo. Aquella imagen suya en el callejón se desvanece al verlo dormido, tal vez sedado con cloroformo como yo lo estaba. Su cabeza cae hacia el frente, dejando que su barbilla repose sobre el pequeño hueco que se forma bajo su cuello. Mechones de cabello despeinado caen sobre su frente. Está descubierto del torso para arriba; con nada más que unos pantalones. Sus músculos se marcan cuando respira. Se encuentra de la misma manera que yo, atado, inmovilizado. Por un minúsculo momento solo deseo que sus estúpidos y llamativos ojos verdes me miren. A pesar de todo solo quiero saber que está bien.

Me escandaliza que su pecho desnudo signifique que van a hacernos lo mismo que a Francis, al menos yo estoy vestida exactamente igual que ayer ¿Ayer? Ni siquiera recuerdo cuanto tiempo he estado sedada. Bueno, estoy igual que la última vez que estuve despierta.

Una creciente ira me invade las mejillas mientras me maldigo por lo bajo por haber hablado con esa anciana. Sabía que alguien nos había visto. Ahora van a matarnos a los dos. Todo por la estúpida y repugnante culpa del apostador de Francis. Por haberlo visto muerto y por verle la cara a sus asesinos. Aunque, a decir verdad, ni siquiera les vimos la cara, todo sucedió tan rápido...

Tengo que salir de aquí.

De la nada Wilson se mueve despacito y levanta la cabeza. Mira hacia al frente con confusión, después hacia su pecho y sus ojos recorren el lugar hasta llegar a mí. No parece asustado hasta el momento en que me mira. Entorna los ojos sin entender, como si yo fuera una alucinación.

- ¿Taylor? -susurra sin dejar de mirarme- ¿Qué haces aquí?

Vaya, pero que pregunta más tonta. Si hace un momento estaba preocupada por él, ahora estoy molesta.

-No lo sé - escupo sarcástica-. Estaba aburrida en mi casa y llamé a secuestro a domicilio, idiota.

-No puede ser-dice para si-. Esto no debería estar pasando ¡Tú no deberías estar aquí!

No entiendo su actitud, me recrimina como si yo fuera la culpable. Estoy segura de que si tuviera las manos libres ya le habría dado una buena bofetada para bajarle un poco a su tono.

- ¡Oh! Lamento haber arruinado tu maldito juego de "Secuestren a la víctima"-gruño-, pero por si no lo has notado, tenemos que salir de aquí.

Me muevo en mi silla tratando de hacer algo. Tal vez las cuerdas que me sujetan no están bien aseguradas.

-Deja de hacer eso-levanta la voz-. Te irás de bruces.

- ¿¡Y!? -respingo sin dejar de moverme como si el asiento estuviera caliente-. Si eso me ayuda a salir de aquí no me importa si me rompo la cara en el intento. No voy a quedarme aquí a esperar a que nos maten igual que a Francis.

Mechones de mi pelo se salen de su lugar y se atraviesan en mi cara. Soplo con frustración tratando de que los cabellos pelirrojos no me estorben y sigo moviéndome en la silla sin conseguir nada.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora