Sesenta y ocho

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  Camino rápidamente paseándome por los corredores, con ganas de ir a algún lado y de no estar en ninguno a la vez. Decido ir al tercer piso y me paseo con prisa por el pasillo. Sé que es ilegal estar aquí, pero estoy segura que ya no le importa a nadie, ni siquiera a los guardias que vigilan las cámaras. Abro la puerta del cuarto de Dustin y lo encuentro de pie. Le grita a la maquina en un idioma extranjero mientras bebe de su taza de café. Cuando se da cuenta que lo observo, se detiene avergonzado y arranca la hoja que estaba escribiendo.

- Lo lamento - me disculpo-. Debí haber tocado antes de entrar.

- No, ya sabéis que mi cuarto es como si fuera el vuestro.

- ¿Estabas maldiciendo en latín? -. Inquiero entrando de lleno y cerrando la puerta con seguro como siempre hacemos cuando estamos adentro.

- Si, es divertido. Nadie en esta casa lo entiende.

Arruga la hoja que arrancó de la máquina y la lanza a una esquina, donde hay más papeles tirados.

- ¿Y a qué se debe la molestia? ¿Es por tu libro?

- Es frustración -da otro sorbo a su café y patea algunas bolas de papel-. Me he quedado estancado.

- Pero si estás a punto de terminarlo.

- Así es- exclama-. El problema es que no sé cómo darle fin. Os juro que es una tarea complicada... yo, no puedo. Hay tantas posibilidades en mi cabeza. No soy capaz de elegir una.

- Yo creo que estas así por la boda- camino hasta el ordenador y lo enciendo-. Estás descargando toda esa frustración y el estrés en lo que escribes.

- Claro que no.

- Dustin, nunca te había visto escribir tanto. Desde que estas comprometido te la pasas encerrado todo el día aquí. Parece que estas más desesperado por terminar que nunca.

El chico se lleva las manos a los ojos y los frota. Está cansado, tiene la corbata floja y no se ha dado cuenta que en un pie lleva un zapato y en el otro solo un calcetín. Le oigo exhalar con profundidad.

- Supongo que puede ser una posibilidad.

Me siento a su lado mientras espero que el ordenador encienda y le hago compañía. No necesito decir nada, él solo se abre y comienza a hablar.

- Siento que cuando me case no podré volver a escribir- admite-. Sé que es una idea ridícula, pero ya he entrado en un bache del que no puedo salir y necesito terminar esto.

- Paulette no va a impedirte escribir si es lo que tanto te preocupa.

- No, no es eso. Simplemente sé que no voy a poder hacerlo, toda la inspiración va a morir.

- Se llama entrar en una nueva etapa. Pero eso no debería preocuparte. Tienes dos pilas enormes de escritos que podrías publicar.

- Esta es mi primera novela larga, no podéis pedir que la haga a un lado.

- No te estoy pidiendo que la hagas a un lado, es solo que, ya has escrito tanto que dudo que no termines esta. Solo necesitas un respiro, recalibrar tu mente y continuar cuando estés más tranquilo. Hace días que no sales de aquí.

- A nadie le interesa donde esté. No necesito salir. Necesito terminar.

- Estas obsesionándote-. Declaro.

- ¿Lo decís vos que pasáis los días tan refundida en este lugar como yo? -. Se burla un poco.

- Lo mío es distinto-. me defiendo -. Yo busco a mi madre.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora