Ochenta y nueve.

10 3 7
                                    


Perdida.

Dentro de mi cabeza hay pie para dos posibles opciones para todo lo que ha pasado. Todo esto, este lugar, Wilson; Hannah convertida en otra persona, todo es un maldito sueño del horror. Seguramente después de caer en la piscina he quedado en coma, dormida; soñando con horrores. La otra que es la más dolorosa y noventa y nueve por ciento probable es que realmente estoy perdida. Hannah está perdida, Wilson también lo está. Y todo esto no es más que la dura realidad de algo que jamás quisimos ver, o que honestamente ignorábamos porque jamás prestamos demasiada atención a la chica. Porque esa imagen de buena y débil, esa historia de hija sin familia, de solitaria, parecía tan certera que nunca nos imaginamos que detrás de todo eso se maquilaba el mayor de los desastres.

Que estúpida soy.
Tanto tiempo dejé pasar. ¿O es que ella en realidad fue demasiado lista? Darme de topes en la pared no sirve de nada. Ni siquiera puedo moverme. Apenas abiertos los ojos he comprobado que todo duele con más intensidad. Todavía siento esa corriente que ya no me paraliza, pero me retiene presa dentro de un miedo inconsciente de mi cuerpo a que el ataque vuelva a ocurrir. Descubro al lado de mi cabeza un borrón de sangre tan pulcro, que podría parecer una mancha de pintura de algún cuadro de galería. Es el rocío que me salió de la boca cuando uno de los hombres me pateó la cara. Suerte tengo sino me he roto la nariz.
Estoy tirada de lado, con los ojos abiertos. Sin atreverme a mover un solo dedo, porque en el fondo tengo miedo de todo esto. De la Hannah que me miró a través del ventanal de la puerta sin decir ni una sola palabra, la que momentos antes repitió una y otra vez que me consideraba su amiga y que sin más pidió que me lastimaran a mí solo para hacer sentir mal a Wilson.
¿Qué mierda es esto...?
Wilson, lo escucho, respira con cuidado de forma ruidosa, como si tuviera frío. De hecho, ahora que mi cuerpo es consiente del entorno y tengo los ojos abiertos descubro que sí, hace más frío. ¿Wilson estará bien? También lo han electrocutado. Respirar debe de estarle costando trabajo. Yo me mantengo completamente quieta, casi desahuciada. Escucho como hace ruido, se arrastra sin dejar de respirar por la nariz estrepitosamente. Sucumbo un poco cuando siento el calor de su mano sobre mi brazo, luego viene su pelo húmedo y frío. Entonces descubro que no respira por la nariz con escándalo, en realidad está sollozando bajito.
-Madd- susurra sin dejar de sollozar-. Perdóname.

Consigue arrastrarse lo suficiente, reposa su cabeza por completo. Me llora, me está llorando.

-Todo esto es mi maldita culpa- gime-. Si no fuera por mí, nadie te haría tanto daño. De verdad lo siento. No me dejes aquí solo. Regresa por favor.

 Siento que podría quedarme toda vida escuchando sus palabras, porque de verdad suena dolido y vulnerable. Me duele tanto escucharlo así. Parpadeo de golpe recordando que sigo viva.

-Como sigas así-pronuncio tratando de girarme- vas a terminar haciéndome llorar, idiota. Todavía no tengo ganas de recoger margaritas.

Casi se me abalanza encima, hasta que por instinto recuerda que todo me duele. Entonces con cuidado se sienta sobre las baldosas frías y jala mi cuerpo dolorido hasta su regazo.

-Perdóname, Taylor-. Susurra con dulzura mientras me toca la frente quitándome el cabello con delicadeza. Igual que aquella noche en la banca del parque, cuando ambos nos sentimos monstruos y demonios.

-Ya, vale. Sabes que no fue tu culpa. Esa chica fue quien dio la orden, no tú. Siempre me cuidas-. Le digo con tiento.

Aprieta los ojos aguantando el llanto, en lugar de eso prefiere presionar la mandíbula mientras me dice:

-Te juro que ella va a pagar por esto, no importa que sea Hannah.

-Ella no es Hannah-niego con resignación-. Es Christine Johnson. Hannah... creo que Hannah era una mentira.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora