Cuarenta

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  Me mantengo quieta el mayor tiempo posible mientras veo a todos moverse con soltura. Shane está sobre una de las camas, su amigo Jackson le está curando la herida en la pierna. Afortunadamente la bala fue casi un rozón. Todavía lo recuerdo corriendo y ayudando a Wilson a cargar a Deniel después de haber sido herido; siempre lo he considerado un chico de mucho aguante, pero lo que hizo hoy por mí, por Wilson y por Den es más de lo que esperaría. Ni siquiera lo entiendo. Mi mente no procesa que después de todo lo que pasó estemos aquí, relativamente a salvo.

Den está en la otra cama, está bien. Solo fue el susto de ver como salía con la furgoneta del camino, la sangre que le corre es en mayoría de sus compañeros. Tiene unas heridas en el cuerpo, pero va a estar bien. Me acerco lentamente cuando Jackson se aleja de la cama de Shane, este me hace un gesto que me invita a aproximarme sin pena. Me siento junto a él en la cama tratando de no lastimarle la pierna. Él me atrae hacia si de manera tan repentina que no puedo siquiera fijarme si le hago daño. Me abraza con fuerza, me dejo abrazar. Después de tanto tiempo, de creerlo alejado, de pensar las peores cosas de él; está aquí conmigo y me abraza como si fuera a morirse si me suelta. Quiero llorar, no puedo evitar quererlo, no puedo evitar recordar el beso que nos dimos en la fuente de sodas como despedida. Creí que jamás lo vería de nuevo, que se había alejado de mí para siempre. Tampoco puedo evitar las miradas que todos nos lanzan, en especial la de Wilson que me quema el pecho. Puedo intuir que no está del todo feliz con Shane aquí. Shane me besa la frente, las mejillas con ansia y me susurra al oído:

- Oh, Dios. Te extrañe tanto.

Cierro los ojos dejándome llevar, luego me separo de él recordando que este no es ni el lugar ni el momento apropiado para demostrar afecto. Y de ser así tendría que demostrárselo a todos los chicos porque sin duda fueron valientes.

- Creí que el soñador ya lo había conseguido todo, que no necesitabas de mí-. Se me ocurre decir.

Se acomoda sobre la cama y acercándose a mi oído pronuncia:

- No había noche que no te recordara antes de dormir, Madd.

- ¿Crees que sanara pronto? - preguntó tomando aliento ante sus palabras - ¿Tu pierna?

- No te preocupes –sonríe como si no fuese la gran cosa-. Esto no es nada grave.

-Voy a ayudar a los demás-. Le digo levantándome.

El cuarto es reducido y a la luz tenue del foco me siento sofocada. Voy al pequeño baño y humedezco una de las toallas que dejan para los visitantes, abro la llave del lavabo, lleno una taza que estaba en la mesa. Camino hasta la cama de Den. Está bien, lo noto confundido, pero no es el único. Debe estarse preguntando como es que llegó aquí. Tiene los codos recargados en las rodillas y mira el piso de tablas.

- ¿Necesitas ayuda, niñero?

Levanta el rostro con cansancio al escucharme.

- Creí que teníamos un trato.

Me siento a su lado, sin pedirle permiso comienzo a limpiar su herida. Se endereza soltando un leve quejido.

- ¿Duele? -. Pregunto presionando levemente.

- Ahh..., no mucho. Creo que solo es el hecho de que la herida de hace unas horas volvió a sangrar.

Aun lo recuerdo, la luz de su auto gris apagada. La delicadeza con la que me limpió las heridas del rostro y los brazos y sobre todo el hecho de que me dejara vivir. Cada vez que viene a mi mente me conmuevo. Él no tenía derecho a quitarme la vida, pero cualquier otro chico en su lugar lo habría hecho sin pensarlo.

Humedezco el paño en la taza de agua y después de exprimirlo vuelvo a limpiarle el rostro. En cierto momento me detiene y toma una de mis manos.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora