Ochenta y tres

6 4 0
                                    

No hay tregua para lo que se avecina. Dentro de los propósitos a corto plazo no hay cabida para los sentimientos, para el corazón. Wilson y yo lo sabemos. Por eso, no me permito mirarlo a los ojos al día siguiente, cuando a temprana hora ya estoy en el gimnasio, con mi uniforme, la faja y los tacones que al final he aprendido a domar. Los muchachos aún no se presentan, Wilson me encuentra calentando un poco, corriendo dentro del perímetro permitido de las cuatro paredes.

Se presenta tan impecable como cada mañana. Aún no corta su cabello, así que está a punto de caer por debajo de sus orejas, con el pantalón negro lleno de bolsillos y la camiseta negra. Cualquier chica moriría por salir con él...

-Hola-saluda indeciso- ¿Cómo estás?

-Lista-. Es todo lo que respondo. No tengo que mirarlo a los ojos, no hay necesidad de hacerlo.

-Me parece bien. Los chicos aún no llegan, puedes descansar.

-Estoy bien así.

- ¿Quieres hablar de la situación?

Mis labios sueltan un berrido desdeñoso. Lo ha llamado "situación" como si fuera ¿Qué? Me dedico a seguir corriendo, sudando. Sacando la adrenalina y las palabras que dijo anoche de mi cabeza, aunque, honestamente siguen enterradas.

- ¿Dormiste bien?

-No.

¿Cómo explicarle que después de llorar como niña, me levanté molesta y quise salir corriendo? Porque el solo hecho de pensar que tendría que verlo al día siguiente me provocó dolor, mareo. Porque de haber tenido una confesión tal, la habría guardado por el bien de ambos. Ahora, lo que sea que teníamos está roto. Él lo sabe mejor que nadie.

Wilson se mantiene de pie, sin hacer nada. Esperando inútilmente a que yo me detenga. No lo haré.

-Necesito que me mires-. Pide.

-No hay tiempo para esto- digo dura-. Tenemos cosas que hacer. Cosas importantes en que pensar "situaciones" reales.

- ¡Vamos!, no te comportes como una niña y detente-. Vocifera esta vez. Se encamina en mi dirección y me toma por el brazo. Impidiendo que siga el trote.

- ¿Ves? A esto me refiero ¿Cómo puedes pregonar que estás  enamorado cuando en realidad rozamos de esta forma? Estabas ebrio -articulo-. Seguro ya has notado la realidad ¿Ya se te bajaron los alcoholes?

-Veo que aún no lo aceptas ¿Por qué? -. Pregunta con ojos desafiantes. Hay algo que ha cambiado, no me mira como anoche, lo hace con una especie de molestia. Como si quisiera que entendiera algo que él comprendió a base de dolor.

- ¿Por qué? -respondo irónica- ¡Míranos! No somos compatibles.

- ¿Y eso quién demonios lo dicta, Taylor?

-No pienso hablar más de esto. Ya basta. Lo haces a propósito- reprocho de un momento a otro-. Tu sabías que esto iba a confundirme, a desconcentrarme ¿Qué buscas? ¿Qué falle? ¡Estoy haciendo esto por mi madre!

-No puedes acusarme así-argumenta resentido-. No lo habría dicho de no haber sido necesario. Pero me estaba matando, tenía que hacerlo. Sé bien porque hacemos esto, pero, deberías pensar también en ti ¿Qué harás cuando todo esto termine?

-Morir, probablemente.

Vuelvo al trote. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Empiezo a contar los pasos que doy. No quiero escuchar la voz de Wilson.

-Yo quiero que vivas, Madd -alega en voz alta-. Hay tanto que quiero hacer por ti.

-Olvídalo, no tendría con que pagarte -convengo quebrándome-. No tengo con que hacerlo ahora, ya has hecho demasiado por mí.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora