Quince

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                   Capítulo especial: Wilson.  

  La veo marcharse dejándome apenado y molesto. Meto las manos en los bolsillos del estúpido pantalón y me quedo parado sin saber qué hacer. Odio cuando me trata así, con tanta indiferencia; como si yo no valiera nada. No la entiendo. A veces pienso que de alguna manera le agrado, pero luego me voltea la cara y me hace saber que me odia.

El dolor en la espalda está matándome. Las nuevas cicatrices que van a quedarme en la piel van a acompañar a las primeras en lo que me queda de vida, lo peor es que no me importa.

Su figura se va achicando en el pasillo, convirtiéndose en una manchita roja hasta que cruza las puertas cristalizadas de Washington y se funde con la luz del día. Taylor es igual a un animal salvaje. Puedes creer que lo has domado, pero nunca sabes cuándo atacará de nuevo. Solo trataba de ser agradecido con ella. Pero si a ella no le importa, a mí tampoco.

Comienzo a ponerme de malas, así que me tranquilizo pasándome las manos por la cara y camino hacia la salida. Decido ir a casa y tomar un descanso de todo esto. Estos últimos días han sido una locura. Nadie me dijo que el verme involucrado con ella iba a desatar los problemas que con tanto trabajo he tratado de ocultar durante años. Yo no tenía por qué volver atrás, pero Taylor es una máquina del tiempo. Todo en ella me advierte peligro, dolor; el mismo del que he tratado de escapar y no sé qué hacer para cambiarlo.

Camino lento, cansado, dejando que mis piernas hagan eco en los corredores solitarios. Todos los estudiantes se han retirado. O al menos eso es lo que creo. Los sonidos de unas pisadas me detienen. Escucho con atención y descubro que las pisadas van acordes a voces.

- ¿Estás seguro que esto es legal?

- ¡Shhh!

Las voces salen de las puertas de la biblioteca, se convierten en sonidos bajos que me cuesta identificar. Echo una mirada al lugar en donde estoy. Las puertas se mantienen entre abiertas a tres pasos de mí. Dudo en si debo asomarme. Esto no debería incumbirme en lo absoluto, pero alguna de las voces masculinas a preguntado si es legal. Cualquiera que duda sobre si lo que hace es correcto o no, generalmente no realiza buenas acciones. Acorto los tres pasos de distancia que me separan de las puertas de la biblioteca, acerco la oreja a la rendija escuchando con atención.

- ¿Crees poder realizar este trabajo?

- ¿Acaso no confías en mí?

Las voces salen de la estancia con más volumen del que esperaría. La escuela está casi vacía, seguramente piensan que nadie va a escucharlos.

Tengo tantas ganas de saber quién está del otro lado, porque podría jurar que conozco esa voz...

Me decido y comienzo a acercarme con cuidado, de manera prudente. Trato de mirar por la rendija, pero antes de poder intentarlo si quiera, escucho los pasos aproximarse. Me meto en el salón que está al lado. Cierro la puerta justo a tiempo para luego ver por el cristal que permite mirar del otro lado. Salen un par de figuras, toman forma y se transforman en dos cuerpos masculinos, uno bien formado, el otro más delgado y recto. Pierdo el hilo de la conversación por dos segundos, aturdido.

Antuan camina junto a un sujeto alto y fornido de piel morena, al que jamás había visto. El muchacho se ajusta los lentes y enrolla las mangas de su suéter. Mi cabeza grita que lo sabía, ese tipo no era de fiar. Yo tenía razón. Es una lástima que Hannah y Taylor se hayan tragado su cuento de chico cerebrito.

Me agacho cuando se paran frente al vidrio del aula en la que estoy escondido. Pego el oído a la pequeña rendija que hay entre la puerta y la columna y escucho con atención.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora