Treinta y tres

8 5 2
                                    

El martes todo parece haber regresado a la normalidad, a los viejos tiempos, por lo menos en el instituto. Wilson ha terminado la temporada de partidos y aunque sigue entrenando, podemos pasar el almuerzo juntos. No tenemos un plan fijo sobre Frederic, por el momento solo tenemos en mente alejarlo a como dé lugar de mi madre. Fuera de casa Wilson podrá hacer lo que le dé la gana con él.

Traté de hablar con mi madre el lunes por la tarde. Logre convencerla de que dos personas viviendo bajo el mismo techo sin estar casadas dan una imagen deshonrosa, solo por eso accedió a dejar que Frederic se fuera a hospedarse a un hotel. Aunque no dudo que traten de adelantar su futura boda. Dios, cada vez que lo recuerdo me dan nauseas. Le expliqué que ese hombre no es un buen tipo, pero, si soy honesta, no tengo con que refutar su argumento de que es el hombre más bueno del mundo. Desde que llegó se ha comportado de una manera que jamás esperé. Así que discutí con mi madre, me gritó, le grité, lloró y me sentí la peor hija del mundo de nuevo. Pero no puedo soltarle la verdad porque implicaría muchas cosas. En primera, jamás me creería. En segunda, desencadenaría la guerra entre Wilson y su padre y estamos buscando una solución viable, aunque en realidad no haya solución. Wilson aun es menor de edad, su padre es un hombre poderoso. Si sabe que está en Nueva Ángeles y da con él puede obligarlo, más bien, va a obligarlo a que vuelva bajo su tutela. Y no podemos permitirlo. Otro factor importante es que hice una promesa de sangre con Wilson. No puedo decirle nada a mi madre a menos que él me dé luz verde y tal parece que no tiene intenciones de hacerlo.

Le he comentado a Wilson sobre lo raro que se comporta su padre, sobre lo amable y sonriente que se ve. Me ha dicho que no me fíe, que sabe envolver y comportarse fingiendo lo que las personas desean ver en él. Sentí que estaba reprochándome por desconfiar de él, pero no he dudado ni un momento de su palabra.

Le he preguntado por el tal Máximus, mas no le he dicho porque quiero saber a cerca de él. No me sorprende que sea el apodo de Thomas. Lo he agregado a mi lista de sospechosos. En estos momentos no puedo fiarme de nadie.

Hannah camina hacia nuestra mesa en la cafetería, está más delgada que nunca y a pesar de que parece haberse recuperado, aun veo en sus ojos ese color opaco y tristón.

- Taylor - saluda sentándose a mi lado. Le doy un abrazo, siendo sincera la he extrañado. Saluda a Wilson y nos quedamos sin saber que decir durante unos instantes.

- ¿Por qué has faltado tanto, Hannah? -. Pregunto tratando de que no suene a una reprimenda.

- He estado enferma estos últimos días. Contraje un catarro del demonio del que aún no he logrado deshacerme-. Se frota levemente la nariz, la tiene algo roja.

- ¿Y cómo sobre llevas todos los cambios que ha habido? ya sabes lo que paso con ...-. Esta vez es Wilson quien pregunta, le lanzo una mirada de molestia.

- Pues ...- Hannah se acomoda los lentes, mira fijo hacia la mesa recién pulida -, trato de no deprimirme con tanta frecuencia. Estoy superándolo, supongo. Mi madre insistió en llevarme con un amigo suyo que es psicólogo. Estoy mejor.

Me quedo callada. Verla así es tan doloroso.

- Me gustaría ...- continua después de unos segundos - llevarle flores a Antuan, pero no quiero ir sola. Quería saber si alguno de ustedes quiere acompañarme hoy por la tarde.

- Yo iré contigo -. Digo rápidamente.

- Igual voy-. Se apresura a responder Wilson también.

Ella sonríe y mi pecho se llena de una punzada ante su sonrisa triste.

****

Después de clases caminamos hasta la parada de autobuses y nos dirigimos al cementerio, los tres. Al bajar entramos a una florería, Hannah compra un ramo de rosas precioso. Le veo derramar unas cuantas lágrimas mientras sostiene el ramo en sus brazos.

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora