Sesenta y cinco

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Tocó dos veces antes de asomarme del otro lado de la puerta. Wilson está ahí, de pie frente al mini bar de su cuarto; con una copa en la mano y una botella en la otra. Baja la botella y la coloca en la barra cuando me ve, dejando su copa hasta la mitad. Su mirada me dice que le toma por sorpresa que sea yo quien llama, sobre todo a semejantes horas de la madrugada. Me mira como si fuera un fantasma, después cuando se da cuenta que soy real me invita a pasar. Me pide que me siente, no quiero hacerlo. Me mantengo de pie mientras le miro.

- ¿Estas bien? ¿Necesitas algo?

- Necesitamos hablar-. Le digo en tono pacífico. Sus cejas se levantan en una expresión de completa sorpresa.

- Creí que no querías verme.

Miro hacia el techo antes de seguir hablando. No es fácil para mi mantener este tipo de conversaciones.

- Así es, no quería verte; pero estar así no va a llevarnos a nada.

Wilson se frota los ojos con una mano. El ambiente es tenso. Sabe perfectamente que debemos arreglar esto antes de que mi reloj explote y salga la Taylor original y salvaje.

- Tienes razón -murmura- no podemos continuar así. Pero, vamos. Míranos. Se podría decir que es nuestra naturaleza. A veces ni siquiera sé por qué estás molesta. Trataba de darte tu tiempo y me sorprende que estés aquí, pero francamente estoy cansado de buscarte, de ser yo quien intente arreglar las cosas.

- ¿Quieres saber porque estoy molesta? -pregunto conteniéndome-. Porque tu permitiste te que me encerraran en una celda sucia y oscura.

Wilson se aleja de la barra y camina hasta mí mirándome con desesperación. Me toma por los hombros y me mira directo a los ojos. Sus increíbles ojos verdes se ven enrojecidos y cansados.

- ¿Y qué querías que hiciera? Te aseguro que no viste el daño que causaste. Las cosas pudieron salirse de control. Todos estaban molestos, yo también.

- ¿Sabes los horrores que pasé ahí?

- ¿Sabes tú los que pasé yo aquí afuera? Deberías considerarte afortunada.

El tono dolorido con el que Wilson acentúa las palabras me hace saber que tiene los ojos y el alma llena de rencor. Se aleja unos metros y le da un trago a su copa. Su rostro adquiere calma después de eso.

- Yo solo quería que me dejaras ir.

- Es que parece que no entiendes que las cosas no son así de fáciles, Taylor -levanta la voz -. Aquí no puedes salir como si nada. Sé que quieres marcharte, pero dime ¿A dónde pensabas ir?

- A buscar a mi madre y a Hannah.

- ¿No te das cuenta lo ridículo que es eso? -exclama-. Frederic no se pasea por la A.M.B.J. No sabes donde vive, no tienes idea de dónde buscarlas ¿Qué pensabas a hacer allá afuera, sola? Yo soy el único que puede llevarte a él.

- Ese es el problema - le señalo- piensas que no puedo hacer nada sin ti. ¡Crees que soy una inútil!

El chico se acaba la copa de un último trago, suspira.

- No es eso Madd. Solo trato de protegerte, de que estés bien. Sana. No sabes lo que he tenido que hacer para lograrlo.

- ¿Y cómo voy a saberlo si no me dices nada? Nunca lo haces. Como cuando saltaste del edificio en la A.M.B.J. Nunca me dijiste que pensabas hacerlo.

- Podría haberse arruinado todo...

- ¡Me importa una maldita papa! -gruño- ¿Crees que no sé qué me ocultas cosas?

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora