Setenta y uno

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- Así que el mal nacido de su padre se encuentra en Olimpya, joven Wilson ¿Quién lo habría imaginado?

Sr. London mueve su inútil bastón entre sus manos mientras, apostado a la entrada sonríe de manera impetuosa. Tiene pegados detrás de él al mozo y a la empleada doméstica que lo siguen cuando sin permiso se mete en el cuarto.

- Mi querido hijo ha dado con él -dice-. Felicidades, Dustin. Ya sabía yo que debías ser bueno en algo.

-Padre... -. Es lo que pronuncia Dustin antes de que yo le interrumpa de tajo.

- ¿Qué hace usted aquí?

- Estaba dando un paseo, Maddison, y no pude evitar escuchar esta maravillosa noticia. No veo delito alguno. Tengo derecho a disfrutar de lo que me pertenece.

- Eso no significa que puede interrumpir conversaciones ajenas.

- Estoy en mi casa así que puedo hacer lo que me plazca.

El caballero poco caballeroso va de azul hoy. Lleva un cuello con horrible encaje y pantaloncillos cortos y ajustados que dejan ver unas medias blancas debajo. Su forma tan ridícula de vestir me enferma. No sé cómo es que Dustin puede vivir con él. Todos guardamos silencio mientras lo vemos caminar con lentitud y sentarse sobre el sofá en el que antes estábamos Wilson y yo. Amara y Horacio se separan de él y van a apostarse a la pared más cercana sin hacer ruido. London deja el bastón a un lado y mira la imagen congelada de Frederic en la pantalla.

- Me gusta aceptar las realidades crudas de la vida- dice con calma-. Si hay algo que siempre me ha caracterizado es el hecho de no tomar decisiones al dedillo, pero una realidad que me cuesta trabajo asimilar es el hecho de que estoy envejeciendo. Cada año que pasa, cada minuto inutilizado por causa del ocio y las malas decisiones que tomé a lo largo de mi vida, todo recae sobre mis hombros. Sin embargo, hay una cosa que me tranquiliza y es el hecho de haberle perdonado la vida, joven Graham. Aunque no puedo decir lo mismo de su molesta acompañante-. Me señala con la mirada.

Wilson se acerca a él con cautela, se nota imponente.

- Esta es su oportunidad-sigue diciendo London a Wilson - ¿Creyó que se había librado?

- En ningún momento señor.

- Me da gusto saberlo. No quieto tener que recordarle que es lo que sucederá si falla.

- No es necesario-. Responde Wilson.

- No puede obligarlo a hacer tal cosa-. Mascullo.

- Dado que les he proporcionado un techo digno y comida, yo creo que sí.

- Con todo lo que ha hecho por usted y por este lugar, la estúpida deuda está más que saldada. Le aseguro que es usted quien le debe.

- Maddison-ríe London-. Siempre buscando una razón ¿No es cierto? Llevemos a nuestra mente pues, la idea de que es cierto. Wilson se ha convertido en un elemento invaluable. Es rápido, fuerte y con todo lo que ha hecho merece que yo le perdone la deuda. Lo merece- repite en un susurro-. Pero, dígame una cosa joven Wilson ¿Usted se iría si lo dejara libre?

- No, señor-. Responde él con los ojos clavados en la nada.

Suelto una leve exhalación al escucharlo.

- Así es, Maddison. -vuelve a hablar el infame caballero, que cruza una pierna antes de seguir diciendo -. Los hombres como este valiente muchacho y como yo nos regimos por un código de honor. Uno aún más invaluable que esta mansión, que todo el dinero que poseo si así quieres verlo. Wilson ¿puede explicarle a la señorita a que me refiero?

SANGRE RUDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora