Capítulo 16

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Madelaine

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Madelaine

Escribo como último mensaje de esta conversación un imbécil y dejo el móvil en la mesa de noche antes de tomar el e-book, que provee la empresa de Hamilton, para seguir leyendo la novela que compré hoy al mediodía al enterarme que no habría grabaciones por razones que desconozco y que no especificaba en el mail que recibí.

Connor tampoco me dijo algo cuando estuve en su casa; o todavía no había tomado la decisión de cancelar el día de hoy o si lo sabía y no me lo dijo mientras desayunábamos. Tampoco que tuviera la obligación de decirme, nuestra relación se limita a lo físico y no va más allá de eso, por lo que no tiene la obligación de decirme palabra alguna fuera del acto sexual.

Permanezco leyendo en la cama hasta las dos de la mañana, que es cuando decido que ya debería dormir porque mañana si tenemos un día largo de grabaciones a pesar de que no debo ir hasta después de las diez de la mañana.

Me acomodo contra la almohada y cierro los ojos, quedándome dormida pocos minutos después para mi suerte, recuperando así las horas de sueño que no había tenido los últimos días.

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Abro mis ojos de repente, encontrándome con que estoy sentada en la cama, con la respiración agitada, mi corazón latiendo fuertemente y mi cuerpo completamente sudado.

Otra pesadilla.

La noche que Connor paso aquí no tuve este tipo de pesadillas, si bien recuerdo haber tenido un mal sueño fue algo muy tranquilo, y la noche anterior en el departamento del productor no tuve ninguna, y lo relacioné con estar muy cansada luego de los tres o cuatro de orgasmos que tuve en pocas horas gracias a él.

Paso mis manos por mi cara, con frustración, sabiendo que no podré volver a dormir si quiera unos minutos más. Me giro para ver la hora y son las siete de la mañana, no he dormido más de cinco horas.

Refriego los ojos mientras me levanto y voy al cuarto de baño para darme una ducha rápida, y poder sacarme el sudor provocado por la pesadilla y terminar por despertarme.

El agua tibia cayendo contra mi piel me relaja los músculos que están tensos y me despeja la mente por los minutos que estoy bajo la canilla.

Cuando termino de cambiar la toalla por la ropa y desenredar mi cabello, veo que se han hecho las siete y media. Saco las cuentas y entre Los Ángeles y Londres hay unas ocho horas de diferencia horaria, por lo que deberían ser las tres y treinta de la tarde o por ahí.

Tomo mi móvil y le escribo a mi hermana.

Yo: ¿Estas desocupada? ¿Puedo llamarte ahora?

Keira: En diez minutos te llamo.

Efectivamente, diez minutos después recibo la video llamada de mi hermana pequeña.

Hola hermanita —saluda apenas toma la llamada.

FUEGO © (Arder 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora