Capítulo 40

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Madelaine

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Madelaine

El frío viento de finales de febrero junto con la llovizna normal de Londres golpean mi rostro. Un escalofrío me recorre la espalda, por lo que me acomodó de mejor manera en la manta, cubriendo más mi cuerpo, mientras siento el calor de la taza de café contra mi mano. Bebo sintiendo como calienta mi cuerpo poco a poco.

Veinticinco años.

Veinticinco años desde que mi madre me trajo a la vida un veintitrés de febrero en un hospital de Francia.

Desperté temprano hoy, algo muy raro en mi, sobre todo después de que ayer hayamos viajado y nos dormimos como a las once de la noche a pesar de que Connor quería esperar a que se hicieran las doce, pero el sueño nos venció.

Por lo que ahora estoy en el balcón de la suite que pertenece al amigo de Connor, Kilian. A la que optamos por venir nuevamente como la anterior parada en Londres.

Esta vez tampoco nos quedaremos mucho tiempo aquí, ya que Connor tiene que volver a Los Ángeles a encargarse de la empresa, y sus nuevos proyectos. Al igual que yo.

Hemos pasado un mes en la isla, y luego un mes de país en país por las premieres. Él ha tratado de hacer todo lo que más podía desde la laptop pero no es suficiente, y yo he estado haciendo distintas campañas en diferentes países, pero tengo contratos que cumplir en Los Ángeles.

Hace unos seis días atrás, Connor tuvo que hacer un vuelo relámpago para ir a ver a su hermana menor, Mia, quien dio a luz a un hermoso niño. El productor viajó solo luego de acordar que no podíamos someter a Eric a un viaje tan largo, ya que nos encontrábamos en Australia, por tan solo unas pocas horas en las que luego tendríamos que volver aquí para la premier.

Connor se cansó de enviar fotos que yo le pedía acerca del niño, mostrándome lo hermoso que era realmente.

—Buenos días —susurra Connor besando mis labios—. Feliz cumpleaños.

—Gracias —susurro sobre sus labios.

Se sienta a mi lado en en el sillón y hace una seña para que me coloque encima suyo por lo que dejo la taza y paso mis piernas una a cada lado de las suyas, quedando a horcajadas de él.

Siento su cuerpo cálido por despertarse recién.

—Estas mojada por la llovizna —dice pasando las manos por mi cabello peinándolo un poco—. ¿Cuánto hace que estás aquí?

—Un rato.

—¿Estas bien?

—Sí, ¿por qué?

—Te siento rara —comenta.

—Me siento rara. Siento como si cada minuto de mi vida estuviera limitado por una cuenta regresiva.

—No tienes que tener miedo.

—No es eso lo que siento. Sino que tengo esa sensación aquí dentro —señalo mi pecho—, y no puedo quitarla.

FUEGO © (Arder 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora