Capítulo 39

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Connor

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Connor

Todo ha sido un tsunami de información desde que el equipo de mi hermano me informó de la huida de Madelaine, luego desde que toque la puerta de la casa en la isla de los abuelos de Madelaine y Eric corrió llamándola mamá. Desde ese momento fue una cosa tras otra, mi cerebro tuvo que procesar, recibir más información, volver a procesar, y volver a recibir más información.

Ni hablar que le confesé por primera vez a Madelaine que la quería. Porque jodidamente lo hago, y haría cualquier cosa por protegerla.

Además, verla tan solo un segundo cómo actúa frente a Eric, como toda la una gran madre, hizo que quisiera encerrarlos a ambos en una cajita de cristal en donde no sufrieran y tuvieran que preocuparse de nada, más que vivir todo lo que no habían podido hacer hasta el momento.

Me costó casi tres semanas que Eric no pasara de mí cuando quería, y que terminará aceptando nuestra amistad como él decía que éramos. Estuve bajo su ojo crítico, me analizo, me probó, y luego me dio el visto bueno, por suerte. Aunque a pesar de todo eso nunca estuvo en contra de que este con Madelaine, nunca se puso celoso. En más, parecía que le alegraba ver a su madre con alguien más porque no ha tratado de separarnos en ningún momento, y tan solo nos mira con sus ojos verdes como con paz.

El plan de sacar a la luz la existencia de él, de hacer que la noticia aparezca en todos lados del mundo, en cada puto portal, fue mia. Porque esa sería una forma de protegerlo.

Ahora mismo estoy yendo con Eric directo a la casa de los Dumont. Cuando llegamos por alguna extraña razón me invade ese sentimiento de ya haber vivido esto, o de ya haber estado aquí en algún momento de mi vida, pero eso es tan extraño que me sorprende, porque no recuerdo haber estado aquí antes. No tengo recuerdo alguno.

Niego con la cabeza dejando de lado esa rara sensación y me concentro en el pequeño que agarra mi mano con fuerza.

Está observando con mucha atención la entrada a lo que sería el terreno de la casa de los padres de Madelaine.

—Señor Hamilton pueden pasar —nos dan autorización uno los guardias de la entrada, asiento y atravesamos la entrada.

En cuanto lo hacemos nos encontramos frente a una mansión rodeada por un gran parque que se extiende de derecha a izquierda, de norte a sur, no son los dueños de la empresa petrolera por nada.

A medida que nos acercamos a la puerta principal Eric ralentiza los pasos por lo que me detengo y me pongo de cuclillas frente a él, quien me mira con sus grandes ojos verdes.

—¿Estás nervioso? —niega mirándome entre sus largas y espesas pestañas negras azabache—. ¿Entonces?

—Puedo no gustarles...

—Son tu familia, y están muy ansiosos por conocerte —le comento—. Tienes una tía bastante charlatana que no te dejará ni un segundo lejos por nada —eso lo hace sonreír—. Y si no les gustas tienes a tu madre, a tus abuelos, a Marcus y a mi, que te queremos.

FUEGO © (Arder 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora