Capítulo 18

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Madelaine

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Madelaine

Acomodo los lentes de sol y la gorra sobre mi cabeza, para que tapen aún más si es posible mi rostro ante los ojos curiosos.

Si no me voy en el rango de diez minutos contando desde ahora, seré avasallada por un ejército de fans, gente curiosa y lo peor, la prensa. Pero acá estoy, esperándola mientras arriesgo mi salida.

—¡Madelaine! —grita mi hermana al recuperar sus maletas como si estuviéramos en un lugar vacío de gente, y que no me van a reconocer.

Para mi suerte, y también para la de ella, porque si me reconocen aquí no saldremos por las próximas dos horas, sino, es más.

Como respuesta al grito mis guardaespaldas que están de incógnita, para no llamar la atención, comienzan a acercarse a mi lentamente por si alguien me reconoce bajo la gorra, los anteojos y el gran buzo viejo de los Rolling Stone, que pertenecía a mi padre cuando era joven, soltero y libre, o eso es lo que sabe decir cuando se fastidia.

—Kei —digo cuando me abraza y la aprieto contra mí en un abrazo.

He extrañado mucho a mi hermana este último tiempo desde que me he ido de Londres. Hace un mes y medio en una de las llamadas me dijo que ya era hora de venir a visitarme porque me extrañaba y algo debía contarme, y por fin está aquí, no puedo creerlo.

Siento mis ojos querer cristalizarse por las lágrimas, pero muerdo mis mejillas internas para evitarlo.

Al alzar mi vista veo que detrás de mi hermana se encuentra una de las personas que más me ha desagradado los últimos meses en los que estuve en Londres.

—¿Qué hace él aquí? —pregunto bruscamente a mi hermana.

—Dumont —saluda educadamente a él, y lo fulmino con la mirada.

—Es mi guardaespaldas, Maddy —dice ella divertida mientras pasa su brazo sobre sus hombros como puede porque él es mucho más alto y mi hermana no es la definición de mujer alta.

Siempre hemos bromeado con mi familia con la altura de Keira Hamilton, porque todos somos lo suficientemente altos, pero ella no llega a medir un metro sesenta y cinco, convirtiéndose así en la más pequeña de la familia, literalmente, tanto en edad como en estatura.

—¿Cavalo? ¿Desde cuándo?

—Cuando te fuiste y mantuviste solamente a Marcus contigo de todos tus guardaespaldas, él se quedó sin trabajo, y mi antiguo guardaespaldas quería irse por lo que papá le ofreció el trabajo.

—Mjm —me limito a responder mientras lo miro con desconfianza y él sonríe con suficiencia.

—¿Dónde está Marcus? —pregunta mi hermana.

Me volteo y lo veo sentado en la misma silla como cuando llegamos y él optó por estar ahí, ya que le daba una buena vista de todo el lugar y de todas las personas que se movían por aquí.

FUEGO © (Arder 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora