Charla.

749 101 4
                                    

C30: HIJO, TENEMOS QUE HABLAR


Miya entró al restaurante como un cachorro con la cola entre las patas. Esperaba un golpe (a pesar de que sus padres jamás le habían puesto un dedo encima), esperaba gritos y reclamos (aunque sus padres eran bastante considerados de no hacerlo); pero no espero ser abrazado fuertemente por ambos.

 Su padre lloraba desconsoladamente y su madre le pedía compulsivamente disculpas. Miya también lloró dejando que el nudo en su estómago se deshiciera un poco y sintió ese cariño familiar que hace mucho había perdido.

Cuando sus padres se calmaron (y él también) se sentaron en el restaurante mientras Cherry obligaba a los otros dos adolescentes a entrar en la oficina de Joe para que no molestaran. Su padre, tomando las riendas y su papel como padre, puso una mano en su hombro con suavidad.

— En verdad lamento que no hayamos podido ser suficiente para ti Miya, o todo lo que tu necesitabas. Fuimos egoístas en ser mejores que nuestros padres que perdimos tus necesidades. También entendemos que en el señor Nanjo y en el señor Sakurayashiki encontraste las figuras paternas que no encontraste en nosotros.

— No, papá, yo lo-

— No Miya, es entendible, y lo lamentamos. Pero entenderás que aunque no hayamos sido lo que necesitabas, dimos lo más que pudimos respecto a lo que creíamos correcto — Siguió su madre, tomando la palabra. Y Miya solo lloró en silencio mirándolos con culpabilidad— Sin embargo, siempre podemos buscar la manera de cambiar. ¿Quieres dejar el skate y los torneos? adelante, hazlo, te apoyaremos; ¿quieres dejar de ir a patinar con ellos? también estaremos de tu lado. Temo que dejar la escuela aún no es discutible; pero cuando debas elegir si estudiar la universidad o no, podemos negociarlo. 

Eso le saco una risita genuina a Miya y se limpió las lágrimas y los mocos con un pañuelo desechable de la caja que hace un par de horas les había dado Hiromi.

— Pero entenderás que tus actos tienen consecuencias. — Su padre lo miró un poco más serio, y Miya volvió a sentir el retortijón en el estómago— Si quieres seguir con el torneo, hablaremos con el consejo para alejar a ese Ainosuke de ti. 

— Miya, nos engañaste, nos mentiste y te pusiste en peligro constantemente. Y sabes que eso tiene consecuencias. — Determinó su madre firmemente y le acarició los cabellos. — No podrás salir las próximas tres semanas y tus permisos se redujeron, así que si quieres salir o llegar tarde de la escuela debes preguntar primero ¿Si?. Y si quieres ir a patinar con ellos a ese lugar ilegal, o nosotros te llevamos y traemos o alguno de ellos deberá hacerlo. Tienes 14 años Miya, aun eres pequeño para andar solo tan tarde; no quiero perder a mi único niño.

— Casi te perdemos una vez y sin saberlo; no podemos permitirlo de nuevo. 

Miya asintió dócil, y se secó las lágrimas. A pesar de que básicamente había sido castigado, sentía una especie de libertad de sus propias emociones. Pero quería ser un poco más  sincero con ellos; así que levanto la mirada un poco y suspiro una oración tan pequeña que casi creyeron que no tenía significado.

— El “S” — Sus padres se quedaron en silencio, procesando; pero al no encontrarle sentido su padre fue quien preguntó:

— ¿Qué es el “S”, hijo?

— El lugar donde patinamos, se llama “S”. Es un espacio privado y secreto, así que no pueden decírselo a nadie. Por favor — Su voz aún era baja y pequeña, pero sus padres agradecieron que no tuviera un arrebato furioso contra ellos por haberlo enfrentado.

Después de un rato en un silencio relajante; el señor Chinen se asomó a la cocina para decirle a los adultos que habían terminado y se retirarían. Todos salieron y hubo agradecimientos, preguntas y promesas. Los adultos intercambiaron números para cualquier cosa que surgiera, y Kojiro y la señora Chinen acordaron intercambiar recetas y consejos. 

UNA FAMILIA PARA MIYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora