Padres

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C22: UN ABRAZO PATERNAL

Habían llegado a la casa de Joe, la pierna de Kaoru temblaba ansiosamente contra el cuerpo inconsciente de Miya, quien ya estaba a salvo de Adam, estaba seguro. Cuando llegaron al Sia la Luce, entraron por la puerta trasera directamente a los pisos superiores donde se encontraba la casa de Joe.

— Será mejor dejarlo en la habitación de invitados, es más pequeña y está más vacía, así cuando despierte no se sentirá tan agobiado de estar en mi habitación. — dijo Kojiro y los condujo a la habitación que desde hace meses Kaoru ya no pisaba.

De la manera más delicada que pudo, Kaoru dejó el cuerpo de Miya recostado sobre la sábana y Kojiro ayudó a arroparlo. Les sentaba mal verlo ahí postrado después de pasar por algo que seguramente fue 

; el hecho de haberle dado tanto espacio fue contraproducente. Ahora se daban cuenta.

Kojiro con cautela tomó la mano de Kaoru y lo sacó; después de apagar la luz del techo y dejar que la lámpara de noche alumbrara tenuemente la habitación. La puerta quedó entreabierta para que Miya no se sintiera agobiado si despertaba pronto. Como siempre ha sido, Kojiro supo leer los pensamientos y emociones de su pareja porque le dio aquello que tanto necesitaba. Un abrazo apretado.

— Kao, ya está a salvo. Miya está en un lugar seguro; sólo debemos darle tiempo a que despierte.

Tiempo. Tiempo. Tiempo. Fue el jodido tiempo lo que los trajo hasta esto. Cuando Cherry comenzó a notar la mirada apenada que solía tener cuando parecía querer decirles algo, creyó que debía darle tiempo a que tuviera la confianza de hablar.

La vez que le preguntó si algo iba mal, creyó que sólo era cuestión de tiempo para que se los dijera. Y cuando dejó de ir al restaurante a comer o a pasar el rato con ellos, creyeron que necesitaba tiempo para el mismo y para sus amigos.

Amigos que al parecer no tenían tiempo para él; y que para ese entonces Miya se había alejado de todos, de nuevo solo fue cuestión de tiempo para que todo se saliera de control. Hasta que hoy casi se quedaron sin tiempo; y por muy poco Miya sufría las consecuencias de la negligencia adulta, de la soledad; de la crueldad de un pederasta y de sus propios actos. Aunque Kaoru quería creer con todo el corazón que aún no era tarde.

Kojiro fue a preparar una cena ligera; aunque en realidad ambos sabían que necesitaba despejarse y relajarse a su modo. Un modo que no involucrara hacer ejercicio a las casi tres de la mañana. Cherry sentía que le pesaban los ojos, pero sabía que no dormiría hasta no ver que realmente Miya estaba bien, verlo despertar de su inconsciencia.

Kaoru se sentó en el sofá de la sala a hacer el análisis de su próximo trabajo y fingía que prestaba atención a las cotizaciones, pero su cabeza no paraba de repetir la escena de Adam sobre el cuerpo de Miya. Cuando ya no pudo más con su tortura auto impuesta, fue a preparar té y llevó una taza endulzada a la habitación de invitados por si el niño quería beber cuando despertará.

Aunque cuando llegó a la habitación, su invitado tenía ya los ojos abiertos. Parecía uno de esos roedores pequeños que tiene los nervios de punta siempre, porque nada más ver el movimiento de la puerta se asustó y recogió las piernas contra su pecho; pareció relajarse notablemente al darse cuenta de quién se trataba realmente, aunque no dejaba de mostrarse a la defensiva.

— ¿Por qué estoy aquí? — exigió en voz baja; como si temiera que todo se transformará en una pesadilla.

— ¿Recuerdas algo de lo que pasó?

Sus ojos se perdieron en el vacío y luego su mirada reflejó un asco sobre sí mismo.

— ¿No fue un sueño, no? Lo de Adam... su casa... él... — Los grandes y verdes ojos que Miya tenía se comenzaron a cristalizar.

UNA FAMILIA PARA MIYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora