Mitsuya Takashi

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-¡Ya estamos grandes! -Exclamaron al mismo tiempo las dos niñas.

Te mordiste labio inferior mirandolas a ambas, tratar con niños o niñas pequeños no era tu fuerte, querías intentarlo o al menos intentarlo con ellas por ser las hermanas del chico que tanto te gustaba.

Te ofreciste a cuidarlas al escucharlo aquella tarde quejarse de no querer dejarlas solas pero tenía unas cosas que hacer, cosas en las que no quería, no debía y no podía involucrarlas, no preguntaste aunque te diera curiosidad.

Volviendo al tema, ahora tenías a dos niñas pequeñas enojadas orque les dijiste de forma demasiado directa:《no deben hacer eso porque son demasiado pequeñas.

-¿Donde está nuestro hermano? -Preguntó una de ellas.

-Eh... -Te rascaste la mejilla, hasta que por fin conseguiste tener una idea que creías era buena.- ¡Su hermano se encuentra peleando por el bien del reino! ¡Para cuidar a las dos hermosas princesas de los malos que quieren hacerles daño!

Las niñas gritaron con cierta emoción y sonreíste levemente ante su entusiasmo, aunque rápidamente paso a preocupación.

-¿Va a estar bien? -Preguntaron ambas al mismo tiempo.

-Ah... Sí, claro que sí, pero tienen que hacer una cosa antes. -Ellas te miraron con atención.- ¡Deben engañar a los villanos! Debemos hacerlos creer que ustedes no están aquí y así no se las lleven, para eso debemos ir a su habitación y deben acostarse en sus camas y dormir.

-¿En que ayudara eso? -Pregunto la de colitas.

-¡Los malos nunca entrarian al cuarto de las princesas! -Levantaste tu dedo y hacías muecas graciosas.- Entonces vamos, antes de wue llefuen los malos y se las lleven.

Ellas te hicieron caso, caminaban por la casa con cautela hasta llegara sus habitaciones, ambas se acostaron en sus respectivas camas y las acomodaste.

Al menos, parecía que ahora si les agradabas.

Cuando ibas a irte ambas tomaron tus manos, se habían bajado de las camas y las miraste com curiosidad agachandote a la altura de ambas para saber que pasaba.

-¿Que pasara contigo? -Temblo el labio de una.- ¡Si los malos entrán te verán y te van hacer daño!

Sonreíste levemente ante lo linda que había sonado la niña al decirte eso, antes de que pudieras responder la otra pequeña hablo.

-¡Es verdad! -Afirmó lo que dijo su hermana.- ¡Tu también eres una princesa! ¿no?

Te mordiste el labio y asentiste volviendo a sonreír.- ¡Pero yo tengo que cuidarlas desde afuera! Su hermano fue a pelear por protegerlas, pero los malos siempre tienen más ideas, ¡Entonces yo peleare por ustedes!

Te miraron con abmiración los ojos de ambas brillaban al escucharte que pelearias para defenderlas y que no les pasara nada malo, luego te sorprendio lo que ambas exclamaron.

-¡Cuando seamos grandes seremos como tú! -Dijeron al uniso.- Pelearemos por nuestros reinos y cuidaremos de ti, para que así ya no tengas que cuidar de nosotras.

Sonreíste y asentiste, volviste a acomodarlas para que ambas durmieran comodamente y saliste de su cuarto.

Te sorprendiste al verlo frente a la pueeta del cuarto de las niñas con una sonrisa ladina, te sonrojaste rápida y furiosamente ante ese hecho de que escuchara todo lo que dijiste.

-Para decir que eres mala con los niños o niñas pequeños, lo hiciste muy bien. -Dijo.- Hasta yo me creí que fui a una guerra y todo.

Te reíste por lo que te dijo, pero cuando hablaste, cambiaste de tema rápidamente.- ¿Cuando llegaste?

-Hace unos minutos, gracias por cuidarlas.

-No es nada. -Caminaste hasta la pueeta de la salida.- Eh, fue un placer, adiós.

Ibas abriendo la puerta pero quedaste totalmente paralizada ante la acción del chico, quien para despedirse decidió darte un rápido y codto beso ennla comisura de tus labios, te sonrojaste cuando se separo.

-Adiós, princesa defensora de princesas.

Suspiraste siendo presa de los nervios y de la gran sonrisa que estabas intentando contener sin éxito.- Adiós, principe defensor de princesas.

-No olvides que si la defensora quiere, también soy defensor de la defensora de princesas.

-No quiero, porque dejaría de ser defensora y pasaria a protegida y... No me gusta la idea. -Respondiste y el se rio un poco.- Pero, por parte de la defensora de princesas, digale al defensor de princesas que muchas gracias.

Dicho aquello saliste, hasta cuando llegaste a tu casa comenzaste a chillar como loca y la felicidad que inavdia tu cuerpo ante aquello, definitamente amaste a las hermanas de mitsuya, pero sin dudas ahora las amabas más y la razón era: Su hermano.

Tokyo Revengers | ONESHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora