—¿Has pensado en qué hacer el año siguiente? ¿Alguna universidad que tengas en mente?—pregunta la consejera, a la que todos llaman Srita. Green. A la mitad de la clase de Biología con la Sra. Frog, esta me llamó por el parlante.
—No planeo ir a la universidad—respondo, francamente.
—¿Ah, sí?—recuesta su mejilla en la palma de su mano—. ¿Ni siquiera hacer algún curso corto?
—Mi familia tiene una florería. Ayudaré allí cuando esto termine.
La Srita. Green lo anota en una hoja colocada bajo una tableta.
—¿No has recibido ninguna oferta de alguna universidad por practicar deporte?
—Sería difícil, no practico ninguno.
—¿En serio? Creí haberte visto en el campo...—echa un vistazo en lo que asumo que es mi expediente escolar—. Claro, ¡eres hermano de Jeon Gong!
Sonrío de mala gana.
—¿Cómo le está yendo a él? Debes extrañarle mucho, está muy lejos de casa. Eso le preocupaba cuando estaba tomando la decisión final, qué muchacho tan respetuoso tu hermano, eh.
—Bien—contesto, francamente, sin embargo, me percato de esto así que agrego: —Vendrá el fin de semana, por su cumpleaños.
—¡Qué bueno, me encanta cuando la familia se reencuentra!—sonríe, mostrando sus encías.
Está confirmado, esta señora no me agrada para nada.
—Debes estar muy orgulloso de ese hermano tuyo, ¿verdad?—la mujer se aclara la voz—. Tú y toda tu familia, por supuesto.
Ahora me pregunto si Gong también le hizo sexo oral a esta señora.
—Hablando de eso, ¿tu papá cómo está? Recuerdo que no estaba muy bien de su salud. Gong me habló de eso, en alguna ocasión.
—Está igual de muerto que hace dos años, supongo—la Srita. Green enpalidece, así que aclaro que es una broma. Ella frunce el entrecejo.
—No me parece una broma de muy buen gusto, sabes—se arregla las gafas—. Igualmente, lo siento mucho. No debió haber sido fácil.
Me encojo de hombros. Observo por la ventana de su oficina la entrada, donde Yoongi me está esperando bajo un cielo gris. Seguramente se pregunta dónde estoy. Hoy íbamos a ver películas en mi casa. Iba a hablarle de la galería, pero no tengo ganas de hacer nada.
—Bien, si llegas a cambiar de opinión, mi puerta siempre...
—No lo haré—me muerdo la mejilla interior.
Estoy de pie, junto a la puerta, cuando ella dice: —Eso no lo sabes. Hasta yo podría cambiar de opinión, y como ves ya tengo mi... trayectoria.
La opinión que tengo de ella cambia radicalmente.