Es el primer día de clases.
El aroma de la cocina delata a las famosas tostadas que mi madre suele preparar en septiembre.
Por estas fechas siempre dice que se debe de comenzar con un buen alimentado pie derecho el día, y yo no la contradigo si se trata de comida.Yeon roba un panqueque de la alacena y mamá no le reprocha. Tiene bolsas debajo de los ojos, creo que se ha quedado hasta tarde cubriendo un turno en la florería. Ji Eun, la chica que pasa más horas atendiendo en nuestro negocio se ha enfermado. Pescó una gripe, o eso oí.
Tomo asiento y le ofrezco a mi madre cubrirla cuando salga de la preparatoria.
Ella se sirve de la jarra de café.
—Tendrás tarea qué hacer, Kook, no puedes depender siempre de Yoongi para ayudarte cuando estés a punto de reprobar, además... ¡Ah, mierda!
Derrama el café caliente en la mesada y suprimo—lo intento—una risa.
Yeon ni siquiera lo intenta.
—¡Ay mamá, terminé de limpiarla ayer!Ella cada vez me sorprende más. Creería que es una mujer de cuarenta metida en el cuerpito de una niña de doce (se la pasa diciendo qué hacer, también es buena con los cálculos y administrando los gastos de la florería), si no fuera porque su habitación está repleta de fotos de New Kids On The Block. ¿Cómo puedo tomarla en serio si es líder del club de fans de Winsdey? Además su habitación apesta a acetona para esmalte de uñas. Yoongi una vez me dijo que podría tener un cuerpo ahí adentro y nadie se daría cuenta del olor. Ese mismo día le dije que dejara de leer Edgar Allan Poe (obviamente no me escuchó pero lo que vale es el intento.) (Maldito gato negro.)
Me levanto para ayudar a mi madre.
—¡Dios, apíadate de mí!—dice ella, pasando una franela sobre el café derramado.
—¡No uses el nombre de Dios en vano, mamá!—regaña Yeon, sosteniendo la jarra.
Dios, estas dos me volverán loco. Tomo dos tostadas y beso la mejilla de mi madre.
—Ni siquiera has probado el café, Jungkook.
—Dios se apiadará, tranquila—le digo y sacudo el cabello de mi hermana—. Cuando salga iré directo a la florería, tú vuelve a descansar.
Mi madre pone los ojos en blanco.
—Está bien, pero no cierres muy tarde. Sabes cómo están esos maniáticos con sus cazas de brujas. Y ven directo, no te desvíes a la casa de Yoongi. Si notas algo extraño...—...grito y pataleo: lo sé, pero nada pasará, mamá.
—¿Aseguras eso porque sólo persiguen a los mari...?
Antes de que termine la oración hago una mueca con la cabeza para que no la acabe. Está Yeon en frente.
—¿Qué?—pregunta ella—. ¿Maricones? Sé lo que son. Sarah me contó que son hombres que aman a otros hombres. Aunque no sé muy bien de qué va.