Jungkook está en la puerta. Me lavo las manos y me despido de los mellizos que están por irse a la cama. Dicen que me esperarán despiertos para ver la programación de caricaturas nocturnas e insisto con que no es necesario, porque podremos verlo otro día, como mañana por la noche. Pero ellos no quieren. «Los sábados son los días que más gritan», dice Eun, angustiada.
Pienso en ello mientras Jungkook me guía a un auto del que ni siquiera sé quién es el dueño, en completo silencio. No me detengo a investigar quiénes son los del frente, sólo pienso en lo que odio pensar más de lo que odio no poder decir palabra alguna cuando mi tía y Zach discuten, y los niños lloran bajo las mantas de mi cama. Cuando los perros aúllan a las afueras, alrededor de la medianoche a punto de convertirse en madrugada.
Eso, conjunto a la existencia de Jungkook, es de los factores que logran que quiera quedarme en Winsdey. Para echar un ojo y saber que todo estará bien si estoy cerca, y saber si un día Zach ya no lo está más. Porque de todos y cada uno de los errores de mi tía, es el que menos tolero.—Yoongi, él es Tae y ella es Claire. ¿A Claire la reconoces, no? Estuvo en muchas de mis fiestas de cumpleaños.
Oigo a Jungkook y analizo cada una de sus palabras antes de darle mi respuesta: —Sí, la recuerdo.
Al frente, están perdidos en el silencio. A un lado de Jungkook se encuentra una chica rubia, de ojos claros y nariz respingada.
—Ella es...
—Judie, un gusto—me sonríe.
—Es una amiga de Claire—aclara Jungkook.
«Por supuesto que lo es», me digo. Hubiera sido extraño que dos chicos llegaran solos. Llego a comprenderlo, y me mantengo callado durante el resto del viaje al instituto, hasta que Jungkook se queda viéndome la mano.
—¿Son ampollas?—susurra, sosteniendo mi muñeca.
Noto un leve pliegue en mi piel, (esto de no usar lentes de descanso a horas nocturnas no está surtiendo efecto) y me encojo de hombros.
—Supongo.Frunce el ceño y enmudece hasta que bajamos en el estacionamiento. Les dice a los demás que los veremos adentro y se coloca las manos en las caderas. Está enojado.
—¿Cómo te hiciste eso? Y tienes las mejillas tan rojas que parecen que van a explotar, ¿cuánto tiempo estuviste a los rayos del sol?
Aparentemente hoy no sé hacer otra cosa que no sea encogerme de hombros.
—Tú cortas el césped por las mañanas. ¿Zach te ordenó a...?
Se detiene y me mira.
Jungkook suspira. Lo hace cuando no sabe cómo lidiar conmigo. Entonces sólo acepta
—¿Te duele?—sostiene mi muñeca de la forma más delicada posible. Sus dedos la cubren por completo y... está besando mis falanges, uno por uno. Con cuidado, sin prisa. Como si el tiempo allá dentro estuviese esperando por nosotros para dar a cabo el inicio del baile.