XXX. ATRAPADOS.

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—Entonces, ¿simplemente ya no aplicarás?

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—Entonces, ¿simplemente ya no aplicarás?

—Sí. Por eso vine, me gustaría aplicar a cualquiera de aquí.

—¿Sabes que ni siquiera tienes que aplicar a las de aquí en sí, verdad? Solo tienes que llenar un formulario y estarás adentro.

—¿Tiene alguno por aquí?

La Srita. Green suspiró y revolvió en sus cajones, hasta encontrar unos tres papeles engrampados el uno con el otro.

—Si es por algún problema personal, Min, podemos resolverlo. Dejar ir una oportunidad así, ¡a tu edad! Mis padres me hubieran matado—la mujer se apretó de labios—. Sé que tú no tienes ni madre ni padre, y para serte sincera, no sé por qué dije eso, pero Min, realmente creo que no lo has pensado demasiado.

—Lo hice. Sólo me falta enviar una carta a la universidad para renunciar a la beca, y estará hecho—tomé los papeles y con una lapicera escribí mi nombre en el apartado.

—No puedo ver esto—se mordió la uña del pulgar—. Por favor, piénsalo un poco más y habla conmigo antes de llenarlos, ¿sí? Hoy estoy sensible hasta el culo, no soy muy útil.

—Menstruación—deducí.

—Sí, pero no es por eso, ya lo hemos hablado. Y basta, ¡basta de llenar eso! Sólo llénalos en casa, antes de que cambie de opinión y te los arranque de las manos.

—Está bien—me rendí ante la presión y terminé por guardarlos dentro de mi mochila—. Gracias, nos vemos. 

Pero cuando llegué a la puerta, me dijo algo que me dejó replanteándome toda mi realidad hasta este momento:
—Solo quiero que sepas, Min, que si llego a enterarme que es por un amorío juvenil, yo misma te encadenaré a mi auto y te llevaré hasta allá. No me importan las quince horas de viaje.

Me mordí el labio y terminé por asentir.
—Es justo—le sonreí y cerré con cuidado la puerta.

Ahora observo la frente de Jungkook, que deja caer pequeñas gotas de sudor sobre su sien, mientras respiro con dificultad sobre su pecho y me doy el tiempo de apreciar cada detalle de él.

Él se levanta de un salto y comienza a buscar algo en el suelo.

—¿Qué haces?—continúo observándolo con curiosidad, sobre el borde de la cama. 

—¿No viste dónde cayó?—al ver mi confusión, agrega tímido—. El envoltorio.

Ahora estamos los dos, como tontos, buscando entre la ropa en el suelo el pequeño envoltorio del preservativo.

—Sabes, es gracioso, porque no te imaginarías ni de lejos quién me lo dio.

Jungkook enarca una ceja.
—No puede ser; si me dices que fue el idiota de...

—No, no fue Namjoon. A todo esto, un pajarito me dijo que son buenos amigos.

—¿Quién te dijo eso? ¿Fueron los otros idiotas de sus hermanos?

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