I. ALGÚN DÍA.

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Hoy hace demasiado buen día como para estar en la tienda de cómics

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Hoy hace demasiado buen día como para estar en la tienda de cómics.

Yoongi está buscando el número seis de The Superman Family. Pasa portada por portada, acomodando una detrás de la otra mientras revisa.

-Habrán dejado de traerlas.

-No, vi el número seis junto a los demás la semana pasada. Debe estar en este montón.

Me apoyo contra el mostrador, resignado a pasar lo que resta de la tarde del último día de vacaciones mirándolo desesperarse mientras urga en los estantes.

-No debí haberte invitado al autocinema cuando pasaban su película.

Lo veo ladear el labio y deslizar hacia arriba un cómic. Sus ojos se iluminan como los de un niño al ver un juguete. O un cómic.

-Joder-mascullo. La portada reza «The private life of Clark Kent», es el número seis, por supuesto que lo es.

Yoongi mira la portada y lee el titular. Sé exactamente que hará.

Como pensé, está ojeando la primer página. Es un hábito suyo que lo hace ser quién es: un maniático de las letras. No es su culpa.

Y tal como dedujo esto, miro por sobre el hombro para comprobar que el dueño de la tienda nos mira mal mientras acomoda figuras de la Mujer Maravilla con escote y come Doritos con su mano libre.

Me muerdo la mejilla y tomo un marcapáginas del mostrador. Al parecer son gratis. Y si no lo son, sé que el gigantón no se atreverá a reclamarnos. Los números de cómics que Yoongi compra no son del todo nuevos, en resumen, gracias a su gran precio el hombre podrá cenar comida china ésta noche.

Deslizo el marcapáginas con ilustraciones del personaje de Stan Lee sobre las páginas que Yoongi lee y él levanta la vista hasta dar con la mía.

-Paga y vámonos antes de que nos devoren sin ketchup-le digo. Pienso que me reclamará hasta el segundo que asiente y saca su billetera.

El gigantón se acerca a atendernos. Diablos que huele mal. Trato de hacerle una mueca a Yoongi pero él sólo mira su cómic. No evito sonreír un poco.

Al salir, Yoongi desecha la bolsa y funde su nariz entre las páginas. Se le olvida que estamos caminando por plena calle Rowell, (ojalá yo no estuviera tan acostumbrado) así que refunfuñando un poco, pongo mi mano en su hombro y lo guío entre el montón de gente. Él no despega su vista de las hojas ni una sola vez en el camino a su casa.

Es demasiado entusiasta si se trata de una nueva adquisición.

Abre la puerta y se oye a su tía Hae regañar a Seung y Eun.

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