XII. LA FIESTA.

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Hoy Taehyung organizará una fiesta en su casa

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Hoy Taehyung organizará una fiesta en su casa.

Mi hermano decía que el último año de preparatoria es famoso por la cantidad de fiestas a las que asistes y cuanto alcohol consumes. Aunque lo que más me gusta de las fiestas es la pista de baile. Tomo un trago y dejo mi cuerpo suelto al ritmo de la música. Es liberador.

Pasaré por Yoongi en unos minutos y no sé cual colonia ponerme. Últimamente voy a su casa, bromeamos un rato y apagamos las luces (así es cómo le digo.) Él ha ido mejorando en el tema de besar, y aunque me duela aceptarlo, le gana a cualquiera de las novias que he tenido. Incluso a Jane. Oh, Jane era genial en eso.

Pero Yoongi... Es todo un tema aparte. ¿Será que con los chicos es más placentero el tema de los besos? Porque sus labios son un imán voluptuoso para mí.
A veces, cuando lo veo en la salida, me dan ganas de estrellarlo con las rejas y  quitarme esas ganas que le traigo. Me pregunto si eso es lo que sentía mi novia Lee, por mí: ganas. Y yo le dí lo que quería antes de que se mudara, lo que me hace creer que tal vez no soy tan marica como creí.

—¡Jungkook, Yoongi está aquí!—anuncia mi hermana, desde la sala de estar.

—¿Eh?—murmuro y acomodo rápidamente mi cabello. Luego me relamo los labios y discuto conmigo mismo sobre llevar el primer botón abrochado o no.

—¡Jungkook!

Será desabrochado.

—¡Que ya voy, Dios!—abro la puerta y desde el pasillo lo veo junto a mi hermana.

—Hey—saluda.

Me acerco y no dejo de pensar en lo sensacional que luce. Aún con su vieja playera de los Beach Boys y sus vaqueros desgastados.

—Hey—asiento y camino hacia él.

Yeon se cruza de brazos.

—Usaste el nombre de Dios en vano, Jungkook—niega con la cabeza—. ¿Sabes lo que diría el Padre Darwin si te escuchara?

—Creéme, no quieres que me escuche. Y apaga la música. Mamá debe despertarse temprano.

—Las dulces voces de Jonathan, Jordan, Joey, Donnie y Danny jamás despertarían a...

—Me quedé dormido cuando ibas por Joey—Yoongi sonríe—. Cierra la puerta y trata de no cantar muy alto.

—No prometo nada—se encoge de hombros—. Salúdame a Seung y Eun, Yoongi.

Él susurra un sí y cierro la puerta con llave.

—Creí que te vería en tu casa—apreto el manillar de mi bicicleta y comenzamos a caminar. Él se rasca el lóbulo de la oreja, lo que me indica que no quiere hablar de ello—. ¿Pasó algo?

Me detengo en medio de la avenida Lonely. Él suspira.

—Yoongi.

—Déjalo, Jungkook. No quiero discutir, no ahora. Vayamos a esa estúpida fiesta y dejémoslo ahí.

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