Cierro los ojos y pienso en aquella vez que cené en casa de Jungkook, hacía dos años. Exactamente, la ocasión en que su papá le dijo a su mamá que volvería a meterse otra cucharada de su asquerosa comida cuando tomase clases de cocina.
Jungkook trató de ser amable al principio. Incluso se ofreció a traerle sal, y eso era bastante, pues odiaba dirigirle siquiera la mirada a su papá.
—No hay cantidad de sal que mejore este mierda.
Su hijo sonrió y se acercó a Yeon para susurrarle:
—¿Puedes traerme un pedazo de chocolate que me dejé en el cuarto? Lo puse junto a mi ventana—antes de que se negase, agregó—. Te doy la mitad.Ella asintió y se escabulló rápidamente. Por ese tiempo, era lo suficientemente pequeña para creerle a su hermano mayor y a la misma vez, que nadie se diese cuenta cuando dejaba la mesa.
—Come esa mierda, o te la meteré por la garganta.
—Jungkook—intentó callarlo, su mamá.
—Mamá, no puedes dejar que te hable así otra vez. Estuviste metida en esa cocina por cuatro horas.
—¿Puedes dejar de ser un idiota, y cerrar la boca?—le preguntó Gong—. Está enfermo. Le debe saber distinto.
—Ah sí, el cáncer de pulmón le cambia el sabor a las comidas, genio. Yoongi, dile.
Me quedo en silencio, con la boca llena. La verdad que la comida de su mamá siempre termina fascinándome, así que en ese momento me limité a asentir.
—¿Puedes dejar al pobre tragar su comida en paz? Su tía no parece ser del tipo cocinera que digamos—agregó Jiyoung.
—Yo...
—Esa comida va a entrarte o por la boca o por el...—Yeon volvió corriendo—. Ah, perdón, Yeon, me olvidé que me lo había comido.
—Eres un tonto—volvió a tomar asiento, sin notar el ambiente tenso—. ¡Papi, no has tocado tu comida!
Este terminó haciendo a un lado el plato.
—Se me fue el hambre, cariño—se deslizó con su silla de ruedas y le deseó a la mesa un amargo buen provecho.Un instante después azotó la puerta de su cuarto.
Quedamos en silencio, y cada uno devoró su plato hasta que se fueron levantando uno por uno, deseando buenas noches a su mamá y llamando a Jungkook un idiota por arruinar la cena, casi que en fila.
—No puedes hablarle así, Jungkook, tu padre está muy enfermo—lo regañó su mamá, mientras ayudábamos a levantar los platos. Yo me empecé a alejar con la intención de dejarlos solos y ella agregó:—No, Yoongi, quédate. Eres de la familia. Además solo me pondrá los ojos blanco si te vas.
Yo obedecí, y me puse a lavar los platos en silencio, Jungkook los secaba y los guardaba en la alacena, mientras su mamá le preparaba un sándwiche a su esposo.