La música me ensordece en el camino al salón principal.
Namjoon nos guía por delante, en la oscuridad, como un pástor veterano guía a su rebaño de ovejas.Jungkook le pregunta si falta mucho, a lo que él niega.
Unas luces violetas llenan el pasillo, conjunto a mi campo de visión, dejándome aturdido por segundos al entrar y ver el humeante panoroma que se avecina. La música golpea mis tímpanos, dificultándome acostumbrarme a su saturación en cada paso más cerca que damos. Jungkook me acerca a él y pasa un brazo por mis hombros, hasta tenerme muy, muy cerca, hasta hacerme sentir que estoy flotando mucho más alto, rebasando cualquier edificio del pueblo, observándolo todo desde arriba.
—Hey, tórtolos—Namjoon explota mi burbuja y me hace caer de lleno a la realidad. Otra puerta se asoma enfrente nuestro—, deberían tomarse de las manos, para evitar malentendidos.
Pregunto qué tipo de malentendidos.
—Es como cualquier otro bar—Jungkook y yo cruzamos miradas—, ¿nunca han estado en uno?
—La edad legal es de ventiuno.
—Son de verdad tiernos, ¿creen que a alguien en todo Winsdey le importa lo legal?—se ajusta las gafas—. Me refiero a que la gente viene a bares a beber y ligar con el primer soltero que ve.
Jungkook me aprieta la mano con fuerzs en cuanto Namjoon termina la oración, provocando grandes carcajadas en él.
—Hombre, ustedes dos son un caso aparte—dice abriendo la puerta.Miro nuestras manos unidas.
«Un caso aparte», me repito, con toda mi piel ardiendo en cada una de las partes de mi cuerpo.—¿Está bien que..?—Jungkook me encuentra con la guardia baja. Se aclara la garganta—. No es raro, ¿no? Nos las hemos tomado antes.
—N-no—contesto, un poco nervioso por el contacto—. Claro que no es raro.
Namjoon abre la puerta, provocando que una enorme nube de humo nos golpee directamente en las caras. Namjoon tose y la cierra enseguida que la atravesamos.
El sonido es más fuerte aquí adentro pero aunque cuesta, me termino acostumbrándo. Hay personas charlando en las mesas y otras dándose besos leves en la pista de baile, algunas no tan leves en los rincones. Jungkook y yo nos miramos intimidados por el olor a libertad del que rodea el lugar.Continúo observando el alrededor. Incluso hay una enorme barra con un montón de bebidas de las que ni siquiera conozco los nombres detrás, como me hubiera imaginado de cualquier bar del pueblo. Pensándolo así, es el primero al que vinimos, y Jungkook ni siquiera ha cumplido la mayoría de edad. ¿Quién hubiera dicho que el primer bar que visitaríamos sería uno subterráneo que tiene de contraseña una canción de Madonna para pasar y dos puertas para llegar a él?
En cuanto la canción termina, se hace el silencio en la sala y las miradas de los que están en las mesas se dirigen a nosotros, específicamente a Jungkook.