Apenas pusieron un pie en el acuario y Dazai perdió de vista al bajito pelirrojo que se suponía que lo acompañaba. Agradecía que el cabello de Chuuya fuera tan vistoso porque de otra forma, realmente lo hubiese perdido.
Dando largos y tranquilos pasos, llegó al gran estanque de las mantarrayas en donde Chuuya había puesto su atención.
Dazai sonrió con ternura y alivio. El ambiente entre ambos había estado extraño esos últimos días. Chuuya no hablaba tanto y se notaba a leguas lo desanimado que estaba. Aún así siempre le regalaba una sonrisa (aunque forzada y cansada), para después decirle que los profesores nuevamente estaban llenándolo de trabajos y últimamente se había estado desvelando para poder leer libros y hacer informes.
Dazai lo entendía y creía en las palabras Chuuya. Pero había algo que se sentía fuera de lugar. No sabría explicar el origen de ese presentimiento que había estado allí desde la noche en que Chuuya fue a Lupin.
Había momentos en donde repasaba en su cabeza las palabras que le había dicho al pelirrojo esa noche, solo para asegurarse de que el extraño sentimiento no fuese culpa por decir algo indebido. No obstante no lograba sentirse mal con sus palabras ya que, a su parecer, se había expresado con sinceridad y respeto.
Con el pasar de los días, la extraña sensación desapareció poco a poco. Tal vez solo era él mismo y sus emociones creando un caos en su ánimo. Eso, más la preocupación que le invadía al ver a Chuuya tan decaído.
Pero ahora estaba bien. Ahora el pelirrojo sonreía y miraba atentamente a los animales marinos. Y con solo observar esa imagen, Dazai se sintió tranquilo.
—¡Te voy a dejar atrás! —advirtió Chuuya en voz alta.
Nuevamente se había alejado varios pasos de Dazai.
Soltó un suspiro, y con las manos en los bolsillos y una sutil sonrisa, siguió el camino que Chuuya había tomado. Estuvieron varios minutos recorriendo las paredes de vidrio que los separaban de la vida marina.
—Así que Gin-chan tenía razón, eh... —mencionó mientras observaba la gran variedad de peces que Chuuya no podía parar de mirar—. Realmente se te metió en la cabeza la idea de venir al acuario después de que ella te mostrara sus fotos. Eres un envidioso. ¿Lo sabías? —soltó entre bromas.
Chuuya le dirigió una mirada con entrecejo fruncido al mismo tiempo que un pez globo nadó a la altura de su rostro.
Dazai observó la imagen por unos segundos y luego comenzó a reír.
—No te enfurruñes tanto, Chibikko. Tus muecas se parecen bastante a la de esa cosa. —Apuntó al pez.
—¡No es cierto!
—Comprobémoslo —sugirió con una sonrisa traviesa mientras se acercaba al más bajo.
Con ambas manos tomó delicadamente el rostro de Chuuya.
—Infla un poco las mejillas —pidió mientras ejercía presión levemente en las mejillas.
—¡¿Hah?! ¡No haré eso! —soltó tajante.
La vocalización fue extraña debido a que Dazai había comenzado a amasar la piel como si de un juguete antiestrés se tratara.
—Vamos, Chuuyaaa —pidió—, y mientras lo haces ponte al lado de esa cosa y te saco una foto. Parece que le gustas.
—¡No lo llames de esa forma! Es un pez globo —reprendió a pesar de lo gracioso que debía verse con las mejillas aplastadas—. ¡Y no voy a hacer algo tan vergonzoso solo porque tú lo pidas!
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Red Connection • Soukoku • Finalizada
FanfictionDesde niño a Nakahara Chuuya se le habló sobre la importancia del brillante hilo rojo que estaba atado a su dedo meñique. "Ese hilo te ata a una persona muy especial. Y para encontrarla, no puedes cortarlo", "te amará tanto como nosotros a ti", le...