[...] Sin tropezar ni lastimarse

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No era que Chuuya se hubiese quedado muy tranquilo esa noche dejando a Dazai solo. Pero confiaba en él y respetaba su decisión de querer tener un tiempo a solas.

Cuando llegó a su apartamento, simplemente se dirigió a su habitación y cayó rendido en la cama.




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Unos cuantos días pasaron y Chuuya y Dazai no se volvieron a ver, muy absortos en sus respectivos asuntos personales y responsabilidades como lo eran sus estudios y el trabajo.

Sin embargo en ningún momento perdieron contacto. Dazai siguió escribiéndole a Chuuya durante toda la semana. Le deseaba buenos días, buenas noches, y ambos hablaban de lo que habían hecho el resto del día.

Chuuya se sorprendió cuando Dazai le dijo que Oda lo había obligado (realmente, lo convenció) a visitar a un especialista en salud mental. Aunque había sido de todo menos fácil. Dazai había descartado a tres profesionales anteriores con solo escuchar como se expresaban, hasta que Ranpo dijo:

"Conozco a alguien que puede conocer a alguien"

Bastante ambiguo, típico de Ranpo.

"Alcott-san es agradable."

Escribió Dazai.

Chuuya estaba en la universidad en ese momento. Él aún no sabía la verdadera razón detrás de todo eso. No sabía la verdadera razón detrás de la terapia de Dazai, no sabía la verdadera razón detrás de las vendas, detrás de la angustia, del por qué Dazai había decidido rechazar a su destino por tantos años, del por qué habían días en donde Dazai necesitaba estar solo.

Pero aún así, Chuuya en ningún momento preguntó. Porque no era un tema que fuera prudente hablar por mensajes, y porque Dazai le había pedido tiempo.

Chuuya estaba bien con eso.

Estaba feliz de que Dazai se sintiera cómodo con su terapeuta y, además, que haya decidido compartir algo tan personal con él.

Se sentía más tranquilo, aunque la pequeña y delgada cuerda envuelta en su dedo meñique y en el de Dazai, no haya vuelto a recobrar su color.

—Hey... Chuuya —susurró Albatross a su lado.

El profesor seguía hablando frente a la clase.

—¿Mm? —murmuró mientras volvía a guardar su celular, como si supiera lo que estaba a punto de venir.

—Deja de sonreír por el idiota ese ¡Auch! ¡Auch!

Bajo la mesa, y a salvo de las miradas ajenas, Chuuya pellizcaba con toda su fuerza el muslo del rubio. Su rostro era imperturbable ante los gritos de su amigo y siguió así hasta que el profesor reprendió a Albatross por interrumpir sus clases.

Obviamente, nadie sospechó del bajito pelirrojo con pecas que todo el alumnado y profesores adoraban.




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—Ven, acércate —llamó Chuuya con voz más aguda de lo normal y ojos amables y brillantes.

Red Connection • Soukoku • FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora