Capítulo 2

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El sueño es una de las cosas más sagradas en mi vida, y sé que el perezoso es mi espíritu animal. No lo digo yo, lo dice el destino. Despertarme en las mañanas es lo más difícil de hacer para mí desde, bueno, un momento en mi vida del cual me gustaría deshacerme. Es por eso que en cuanto el estridente tono de alarma comienza a sonar, me despierto con el susto más grande de mi vida, y tengo que sostener mi pecho con una mano mientras me siento de repente, para asegurarme de que mi corazón no se está tratando de escapar de mi pecho.

Tomo mi celular, molesta, y me pregunto en qué momento decidí que poner esa canción como tono de alarma sería una buena idea. La apago, volviendo a dejar el celular en la mesita de noche, y doy un largo y sonoro suspiro, resignada a tener que levantarme de la cama. Sin embargo no es tan malo, mañana es el día en el que trabajo desde casa y nadie va a estar monitoreando mi horario de entrada o salida, o mi cantidad de descansos para beber café.

Mierda, olvidé que ya no puedo beber tanto café como antes.

Me levanto de la cama a regañadientes, y hago mi rutina de mañana para poder despertarme. Abro las cortinas de mi habitación y luego busco mi ropa antes de irme a tomar una ducha y hacer mis necesidades. Como cada mañana, cepillo mis dientes en la ducha para ahorrar tiempo, y agradezco que las náuseas matutinas no me hayan atacado el día de hoy. Solo espero que el tocino no vuelva a dar vuelta mi estómago, ¡amo el tocino, y odio que el amor de mi vida me lastime de esta manera!

Cuando termino, seco mi cuerpo y me pongo mi bata de baño y pantuflas antes de salir y encaminarme a la cocina para preparar mi desayuno. Hoy es el día de hacer las compras, así que no tengo demasiado en mi refrigerador, pero logro arreglármelas bien con los tres huevos, un poco de pan pan, y el mínimo jugo de naranja que aún me queda en el bidón.

Después de que pongo mis panes en la tostadora suena el timbre, y después de poner el sartén a calentar troto un poco hasta la puerta. Por lo general solo tocan a mi puerta tan temprano en la mañana cuando necesitan entregar un paquete que requiere mi firma, así que cuando abro mi puerta y lo que menos está allí es el repartidos, me quedo un momento en blanco.

El castaño de ojos celeste que he visto durante mis 28 años de vida está apoyado contra el marco de mi puerta y dándome su típica sonrisa deslumbrante; esa que seguramente moja las bragas de Steph, pero que a mí solo me hace hacer una mueca de repulsión. Su ropa deportiva y el sudor mojando su remera me da un indicio de que ha pasado por aquí luego de correr un poco.

Siento que tengo un TIC en mi labio superior, pero no sé si es por el hecho de que, en cierto modo, he estado evitando hablar cara a cara con mi hermano porque él sabe cada vez que digo una mentira, o porque… Bueno, no hay otra razón. Él, al igual que Cassie, es un periodista y ha aprendido a leer la mentira en las personas, sobre todo en mí.

—Eh, ¿buenos días? —pregunta cuando ve que no tengo reacción alguna, entonces vuelvo a la realidad.

—Sí, buenos días. ¿Qué haces por aquí tan temprano? —pregunto confundida y él hace niega con la cabeza con fingida decepción.

—¿Puedo entrar, al menos?

—Claro, lo siento… Me desperté hace un rato y ¡MI PAN TOSTADO Y EL SARTÉN! —Corro a la cocina mientras oigo a mi hermano reír porque, ciertamente, la cocina no es mi fuerte. Lo oigo cerrar la puerta y arrastrar sus pies hasta la cocina, mientras que yo, por otro lado, alejo el sartén del fuego y raspo lo quemado de mi pan en el fregadero.

Uhg, esta definitivamente no es mi mañana.

Chase se sienta en el taburete de la isla y me mira divertido mientras lucho para poder tener un desayuno al menos un poco decente por una vez en la vida.

De un Mafioso | Clan Crawford #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora