Capítulo 11

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Dos días. Dos gloriosos días.

En realidad nunca creí que fuera a decir eso, ni siquiera en mi mente… Sin embargo así es, y resulta un tanto hilarante y preocupante. Eslay se ha comportado, como, realmente bien conmigo, e incluso hemos llegado a tener unas pocas conversaciones entre su trabajo en Clandestine y su trabajo oscuro.

No puedo decir que tenga libertades como las que tenía en mi departamento, sola, porque no es así en lo absoluto. Eslay me ha permitido andar con un poco de libertad en la mansión, sí, pero todavía tengo a alguien vigilándome de cerca; si no es Sergey es este tipo cool que se hace llamar Troch, por alguna razón que se niega a decirme. No he visto a Matt desde el domingo, por lo que no he tenido el tiempo para agradecele por lo que hizo por mí, y mi estabilidad psicológica.

Lo único que he sabido de él es que lo ha mandado a mi departamento, tanto por mi computadora como una gran parte de mi ropa. No quiero asumirlo aún, pero al parecer voy a pasar un largo tiempo en este lugar, y definitivamente no quiero adaptarme.

Aunque… es bueno saber que, al menos, a tres de quince les caigo bien; no estoy aquí precisamente para hacer amigos, pero saber que ellos no están haciendo esto como si no tuvieran opción me tranquiliza un poco. Tengo que admitir que parece que a Eslay le está agradando la idea de se padre; o no lo sé, pero algo en él ha cambiado un poco estos últimos dos días.

No estoy segura de si eso me alivia o me asusta. No debería acostumbrarme, no debería sentirme cómoda con todo esto; estoy aquí en contra de mi voluntad, y ¿por qué mierda lo estoy tomando como si estas fueran unas jodidas vacaciones? ¿En qué momento dejé de estar molesta por esto? ¡Mierda! ¿Qué tengo jodido en mi cabeza?

Técnicamente, que Matthew, Sergey e incluso ese tal Troch hayan sido amables y hasta agradables conmigo cuenta como gran parte de mi síndrome de Estocolmo. Debo admitir que todavía me da un poco de miedo lo que pueda pasar, después de que Eslay me amenazara aquél día… No puedo decir que haya comenzado a tener más cuidado con mis palabras, porque ni siquiera yo misma puedo controlarme al hablar, pero sí he intentado interactuar lo menos posible con él, sabiendo que cualquier cosa que salga de mi boca sonará como una ofensa para él.

Aunque estos días ha estado vagando alegre por su casa, como si realmente disfrutara estar aquí, encerrado todo el tiempo y haciendo intensas llamadas, y aparentes videoconferencias, con un marcado y perfecto idioma ruso, incluso en italiano ha vociferado unas cuantas cosas, que por supuesto no he llegado a entender.

Siendo franca, su actitud hace pensar que puedo pedirle lo que sea y él me lo dará sin siquiera pensárselo. Y justamente… hoy tengo algo que pedirle. Ugh, no veo la hora en la que ya no tenga que poner “tengo que pedirte algo” al inicio de cada frase, y solo hacer lo que me plazca. Todavía tengo que encontrar los “huecos” por los que podría escapar.

—No —responde Eslay con contundencia y un marcado ceño fruncido—. No saldrás de esta casa, ¿cuántas veces tengo que repetirlo? Demasiadas libertades te he dado.

Mi entrecejo se frunce aún más, y puedo sentir la vena en mi frente a punto de estallar, por lo que tengo que cerrar los ojos y contar hasta quince para no salta sobre su yugular. Solo oír esa arrogancia, su manera petulante de ser, y su horrible personalidad asomándose de nuevo, me da una sensación de desagrado que recorre cada fibra sensible de mi cuerpo.

¿En qué estaba pensando al decir que incluso no la estoy pasando tan mal? Odio este lugar, y quiero largarme con cada segundo que pasa y no recuperaré.

—Te hartarás de decirme que no, porque me encargaré de joderte la vida hasta el día en que me dejes ir, o el día en que te asesine, lo que ocurra primero.

De un Mafioso | Clan Crawford #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora