Capitulo 32

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Cena familiar con los señores Valdés, no es que fuera siempre puyas entre suegra y nuera, ambas mujeres tenían sus desacuerdos en cuanto a la educación de sus hijos y el carácter fuerte de ambas hacían que chocará constantemente, eso no significaba que se odiaban ni mucho menos, lo parecía, pero no era así. A comparación de su anterior matrimonio, era la primera vez que lidiaba con suegros, ya que sus anteriores suegros resultaron ser sus padres de acogida y siendo la niña de sus ojos pues siempre tenía las de ganar.

En los primeros años de matrimonio y las ocasiones que iban a Aspen a visitarlos la chocó mucho sentarse al rededor de la mesa y agradecer al "señor" por los alimentos. La mayoría de las ocasiones era la propia Lupe quien le cedía los "honores" de bendecir la mesa, obvio que por respeto lo terminaba por hacer, hasta que los jóvenes Valdés comenzaron a ser lo suficiente mayores para que lo hicieran y hasta el momento lo habían hecho sin rechistar, tanto Juliana cómo Valentina habían dejado claro que dejarían a sus hijos elegir si querían ser religiosos, daba igual la religión a la que quisieran creer o no, Mateo, Valeria y Julia nunca se han sentido incómodos. Hasta que esa misma noche, Lupe pidió que hiciera los honores Mariana:

— no quiero hacerlo

Se negó quejumbrosa la niña:

— Mariana

Dijo alucinado Mateo, pues Lupe en vez de molestarse pareció ofenderse más bien:

— No te preocupes— quiso quitar importancia Juliana— ya lo hago yo

— No— se negó Lupe— pedí que lo hiciera Mariana

Y la niña que obviamente empezaba a forjar su propia personalidad y verse que tenía un carácter fuerte justificó porque no quería hacerlo:

— ¿por qué tengo que hacerlo? — preguntó la joven altiva— sería hipotrica hacerlo si no creo en Dios

Lupe dio un pequeño chillido y se llevó la mano al pecho totalmente disgustada. Nunca en su Santa vida le habían hecho o dicho tal cosa, ni los hijos de Diego que gracias a Dios ellos sí están bautizados:

— se dice hipócrita cariño

Le corrigió Valentina intentando ocultar la sonrisa de madre orgullosa, no porque le hiciera gracia que fuese una desobediente, pero sí le parecía bien que se opusiera hacer algo que ni creía:

— Valentina

Dijo Juliana seriamente apoyando los codos sobre la mesa y apoyando su mentón sobre sus manos entrelazadas, mostrando en sus gestos faciales su desacuerdo por el comportamiento de Mariana, pues ante todo consideraba que a su abuela le debía un mínimo de respeto:

— ¿qué? — preguntó molesta la ojiazul— tampoco veo bien obligar a la niña a hacer algo que no quiere hacer, libre elección en este sentido ¿recuerdas? — señaló a Lupe— o ¿crees que tu madre haría lo mismo si yo fuese de otra religión, hay que respetar el consenso hasta en las relaciones familiares

— Normal— dijo Lupe un poco enfadada— que la niña sea así, si la madre es igual o peor

— ya vale— interrumpió Macario— este no es el momento para discutir algo así, yo bendiciré la mesa

Terminó agarrando la mano de su esposa y la de Valeria. El hombre por norma general solía dejar que se desfogaran, aunque luego acabase con dolor de cabeza, pero se había fijado que las presentes estaban tan absortas en discutir y en llevar la razón que no se dieron cuenta de que los niños empezaron a incomodarse e incluso a contener las lágrimas y posiblemente por sentirse mal.

De mala gana las tres mujeres dejaron la discusión a un lado. Tardaron hasta mitad del segundo plato en relajar tensiones, tratando de evitar conversaciones en los que pudiesen terminar en fuertes discusiones, dice ser, nada de política, nada de religión y mucho menos mencionar algo relacionado al sexo. Primera conversación con éxito, la receta del primer plato y como era su elaboración, Lupe se contuvo en decir "no sé para qué lo digo si Valentina no lo va hacer"  segunda conversación, una que derivó en un ligero debate entre padre e hija:

Mi diablesa siempre viste de rojo (Juliantina G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora