POV MACKENNA
Me quedé de pie en el invernadero, me quedé ahí y lo vi darse la vuelta e irse a toda prisa, quise ir con él y acompañarle hasta la entrada, pero el estado de shock no me lo permitió. El jardinero regresando fue lo que me devolvió de vuelta a la realidad. No fue hasta que escuché su voz, que me di cuenta que tenía que salir de allí.
―Oh, discúlpeme señorita ―se excusó el hombre.
―No importa, ya me iba ―contesté saliendo del lugar.
Caminé directo a mi habitación y me encerré en ella. Miré hacia donde estaba el jarrón con las peonias, hace apenas unos días reposaban en ese mismo lugar y dentro de ese mismo jarrón las rosas que había enviado Scott hace aproximadamente una semana.
Pensé en que esas rosas se habían marchitado demasiado deprisa, y en que yo también lo hice, pensé en que me estaba consumiendo lentamente, en que era una simple burla de la mujer que fui en antaño, y que, de algún modo, debía volver a ser quien en realidad era, debía dejar libre a esa fiera que enjaulé hace más de un año, tenía –debía- dejarla rugir, sin importar todo lo que destruyera a mi paso.
Me acerqué al jarrón y vi, que a pesar de que la mesilla había sido limpiada, unos cuantos pedacitos de lo que antes fueron unos hermosos y rojos pétalos de rosa se escondían y pegaban en las paredes de una pequeña caja musical. Tomé lo que quedaba de ellos, y en cuanto los rocé con mis largos y delgados dedos, estos terminaron de desmoronarse por completo.
De pronto recordé la flor que adornaba mi cabello y me acerqué al espejo, la flor era pequeña y sencilla, y a pensar de eso lograba resaltar entre la maraña de pelo castaño que yo tenía, desmostando que no hay que llegar a la extravagancia para ser notado; Scott tenía razón, su color contrastaba con mi cabello y con mi piel. Me daba un ligero tono de jovialidad, combinada con mi ropa y maquillaje sencillos, cualquiera diría que parecía una modelo promocionando una colección otoñal de una marca local, pero aún faltaba bastante para el otoño, y la única marca que yo llegaría a promocionar seria MI marca personal.
Con una delicadeza casi inhumana, saqué la flor de mi cabello, era de un color naranja, el naranja de que se refleja detrás de las montañas durante la puesta de sol. Era tan frágil en mis manos, sus pétalos eran sumamente delgados, giré su fino tallo entre mis dedos, su bella estructura hacía que girara con la gracia de una bailarina de ballet. Era tan sencilla, diminuta, y a la vez, tan perfecta.
Al ver su fragilidad decido que lo mejor será que este un lugar más tranquilo para ella, así que vuelvo a donde el jarrón con peonias y lentamente la deposito junto a ellas, su color contrasta demasiado en comparación con el tono rosa de las demás flores, pero, aun así, luce igual de hermosa que todas ellas.
Era increíble creer que aquel hombre que me dio la flor fuera el mismo gilipollas que me dijo que de no ser por la presencia de mis padres me follaría como una puta en la mesa del jardín. Si no lo hubiera visto, no lo habría creído; aunque lo más increíble resultó ser mi respuesta ante este gesto, resultaba extraño el pensar en él como hombre gentil, no era esa la imagen que me forme de él, aunque, cuando me mostró aquella fotografía en su habitación, supe que, quizá después de todo, no era quien yo creía, y al parecer, si sigue así, logrará callarme la boca por completo.
Negué con la cabeza ante mi propio pensamiento, creyendo imposible el hecho de que tal cosa pasara.
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UNKNOWN [Editando]
Romance¿Qué es el matrimonio?, a menudo pensamos y definimos como una meta en la vida llegar al matrimonio, a casarnos con esa persona que nos eriza la piel y que no podemos dejar de mirar. Yo pensaba que eso era parte del matrimonio, pero he llegado a una...