Mientras estaba sentada en el banco, miré por la ventana para distraerme viendo a los de deportes. Después fijé mi vista más arriba. ¿Algún día podría yo volver a estar tan despejada y clara como el cielo?
Habíamos tenido las dos primeras clases libres y como ya habían pasado casi diez minutos de la tercera supuse que también lo sería. Qué bueno que los profesores tenían ganas de festejar el cumpleaños del director.
Pasé la mirada por el banco y vi que sobre él había una notita rosa de Post it. ¿Cómo había llegado ahí? Cusiosa la tomé y desdoblé.
En la salida veámonos en la puerta de entrada.
-Theo
Muy extraño. Me giré para mirarlo, pero él ya me estaba mirando. Agachó la vista y se giró. Sonreí.
—Pareciera que entre ustedes dos hay algo...—dijo Jared cerca de mi oído.
—Sería un imposible—comenté mientras le mostraba la nota.
—¿Te encontrarás con él?—Me dio una sonrisa sospechosa.
—Sí, supongo. Estoy intrigada.
—Espero que esta vez no lo evadas y le cuentes, al menos, una pequeña parte de tu historia.
—Sería demasiado, ni siquiera sé si se tomará el tiempo de escucharme cuando le afirme que Leria sí es mi hija.
—¿A qué te refieres con demasiado? ¿Acaso hay algo que yo no sepa? ¿Eres narcotraficante? ¿Asesinaste a alguien?
—No, nada de eso, tontito, es algo más delicado.
—Cuéntamelo—hizo un puchero enternecedor y sonreí—, no me dejes con la intriga...
Se lo conté, no sabía si era bueno hacerlo o si me traería problemas, pero de algún modo fue bueno contárselo a alguien que me escuchaba atentamente.
Esperé con paciencia a que todas las clases terminaran y finalmente la hora de salida llegó. No había vuelto a hablar con Jared desde la penúltima clase, cuando tuvo que ir a la enfermería porque tenía los síntomas de un resfriado.
Crucé el patio a paso lento y mantenía la mirada en cada persona que se cruzaba por mi camino, pues, en alguna parte de mi, aún tenía la idea de que Theo se lo había contado a alguien. Por alguna razón con Jared era diferente, él me había demostrado desde que yo podía tener su confianza y él la mía.
Busqué al chico con la mirada y lo encontré conversando con un compañero de nuestra clase, cuando me vio le dijo algo y se despidieron.
—Hola—le dije con una leve sonrisa.
—Hola—contestó algo serio. Era tan incómodo.
—¿Qué era lo que querías decirme?—Pregunté tratando de eliminar la tensión que comenzaba a invadirnos.
—¿Yo?—Preguntó confundido. —Fuiste tú quien me citó aquí.
—¿De qué hablas?—Desvié la mirada hacia una de las ventanas del instituto y vi a Jared observándonos con una sonrisa y los pulgares alzados. Theo también lo miró.
«Tonto.» Pensé.
—Me voy—avisó y se giró para irse.
Sostuve su brazo y se detuvo —Espera, no te vayas... Sobre lo de Leria, yo...
—¿Leria?—Me miró confundido. —¿De qué hablas?
—Leria es...—comencé—, ella es...—las palabras simplemente no me salían, se quedaban atoradas en mi garganta y finalmente me armé de valor y las dejé fluir. —Ella es mi hija. Leria es la niña que viste el domingo en mi casa y que escuchaste llamarme mamá—sin pensarlo mi voz comenzó a temblar y volverse cada vez más baja.
—¿Lo dices en serio? Es muy...—le tomó algunos segundos encontrar las palabras adecuadas para decir lo que quería y aún así no lo hizo.
—Termina lo que ibas a decir—le pedí con molestia. —¿Es muy qué? ¿Qué problema hay con tener una hija?
—No quería decirlo así, pero sólo tienes diecisiete años.
—Eres como muchos que van por ahí adoptando prejuicios, ni siquiera te detienes a escuchar lo que resta de la explicación.
—Recuerda el domingo pasado-me interrumpió—, estuve más que dispuesto a escuchar lo que tuvieras que decir, pero ¿qué hiciste? Me cerraste la puerta en la cara.
Había algunas personas que pasaban por nuestro lado y nos miraban interrogantes. Probablemente se preguntaban por qué alguien como él estaba gastando su tiempo en hablar, o intentar hacerlo, conmigo.
—Bien-dije algo más calmada—, lo siento por eso, pero estaba en shock, nunca me imaginé que diría sus primeras palabras frente a ti.
Noté como una sonrisa se posó en su rostro por un microsegundo.
—Yo nunca me imaginé que serías tú.
—¿Qué quieres decir?—Pregunté con extrañeza.
—Nada, olvídalo. Tengo que irme. Adiós.
—Espera, aún no hemos terminado de hablar.
—¿No crees que esta conversación no tiene mucho sentido? Digo, no somos nada. —Y se fue, como si no importara, como si no supiera que me gustaba.
Me quedé ahí parada por unos segundos y me digné a irme. Había perdido un pequeño pedazo de la dignidad que tenía y que había tratado de mantener desde que mis padres me dejaron. La única que se hace daño eres tú, Nora. Me dije.
Regresé a casa agotada y con Leria en brazos. No había logrado despejar mi mente y aprovecharía el hecho de que la bebé estaba dormida para hacerlo. No sabía que poder tenía Lucinda sobre ella, pero qué bueno que me la entregaba exhausta.
Después de todo terminé rendida sobre el sofá.[...]
Alguien tocó mi puerta con tanta fuerza que hizo que me levantara de golpe. Caminé con rapidez para abrir y me encontré con una persona vestida de gris completamente, la oscuridad no me permitía ver su rostro con claridad, pero su silueta indicó que era una mujer.
—Buenas noches—saludé algo adormilada.
—Vengo por la niña—dijo sin saludar de regreso. Sentí una presión en el pecho que me despertó entera.
—¿Disculpa?—Me aturdí.
—La madre de como sea que la hayas nombrado.
—¿Tú?—Pregunté desconcertada. —Se llama Leria y no tienes ningún derecho de pararte aquí siquiera.
—¿Qué hay de ti? ¿Crees que con acogerla es tuya? Te recuerdo que su madre biológica soy yo.
—¿Qué más da si biológicamente eres su madre?—La rabia se abrió paso desde mi interior de mi y tenía ganas de llorar. —Soy yo quien se ha encargado de darle amor y todo lo que necesita.
—No me importa lo que le has dado, he venido por ella y no me iré sin llevármela.
Me hizo a un lado de una manera tan brusca que me hizo caer, y aprovechó para entrar en mi casa.
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Madre por elección. {2014}
Chick-LitNora se muda de país para comenzar una nueva vida, sin saber que la sorpresa de encontrar una bebé frente en su puerta la cambiará por completo.