Capítulo 2

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Dejé a Leria con Lucinda y fui directo al instituto, ya era tarde y con prisa me iba haciendo una coleta en el camino. Era casi el pan de cada día porque a mí siempre se me hacía tarde. Cuando llegué la campana ya había sonado y tuve que correr al aula antes de que la profesora entrara.

–Chicos–dijo la señorita García mientras entraba en el salón–, hoy tenemos un nuevo compañero. Su nombre es Teo y viene de la clase 603. Algunos ya lo conocen así que espero que se lleven bien—echó una mirada a todos en busca de un asiento libre y al mirar mi a lado habló: —Siéntate de al lado de Nora. —Apuntó hacia mi lugar y él se apresuró a sentarse. Esperé a que hiciéramos contacto visual, pero no ocurrió.

Era alto, de piel aperlada, cabello castaño y ojos negros. El uniforme le quedaba muy bien porque era guapo.

—Hola—saludé. Lo miré fijamente esperando una respuesta.

—Hola—me respondió seco y en ningún momento volteó a mirarme.

Más allá de esa palabra me ignoró completamente. Aunque pensándolo bien él ignoró a todos.

—Hoy—habló la profesora—, veremos cómo hacer un ensayo más completo. Así que pongan mucha atención porque más adelante les encargaré un trabajo respecto a este tema.

"Qué aburrido", pensé.

Las primeras clases pasaron lentas y aburridas. Teo no dijo ni una sola palabra, en parte lo entendía porque sabía lo difícil que era estar con gente que no conoce. Era la primera vez en mi vida que me sentía tan ignorada, era como si nadie más existiera en su mundo.

Cuando tocaron el timbre Teo salió rápidamente, como si le urgiera desaburrirse. Guardé mis cosas y fui al comedor y lo primero que ví al entrar fue a él rodeado de unas cuantas chicas y chicos. Reía levemente, su risa era encantadora.

"Ignóralo, ignóralo", me dije a mi misma. Si le prestaba atención seguramente acabaría enamorándome y eso era lo que menos quería. Nadie se fijaría en alguien con una hija. Pero no le echo la culpa a Leria, porque ella me impulsa y me da fuerza para seguir adelante. Es el motivo por el que no he abandonado mis estudios, ni he escapado de casa, ni nada, ella es mi amor y mi razón de vivir.

Compré un sándwich y una botella de agua. Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me percaté de que dos chicos se pararon frente a la mesa en la que yo estaba.

—¿Podemos sentarnos aquí?—preguntó el chico de cabello largo.

—Es que ya todas las mesas están ocupadas—añadió su amigo.

—Supongo—contesté antes de encogerme  de hombros y dar un trago a la botella.

La verdad es que al principio me sentí incómoda, pero traté de no demostrarlo. Ya después me hicieron plática e incluso me reía con ellos. Eso era nuevo para mí.

—Después de clases, ¿te gustaría salir a comer con nosotros?—Preguntó el de cabello corto. Él se llamaba Samuel.

—Nos caíste muy bien—dijo Carlos. Él era el más animado, se reía por todo y su risa era muy fuerte.

—Lo siento—respondí. —Trabajo después de salir.

—Oh, demonios—volvió a hablar Samuel.

En uno de sus comentarios, Carlos soltó una carcajada muy sonora. Miré a todos en el comedor y caí en la cuenta de que la mitad de los estudiantes que se encontraban ahí nos observaban en silencio y susurrando cosas. No nos quedamos a escuchar lo que decian, así que nos pusimos de pie y, tomando nuestras cosas con pena, salimos del lugar.

Madre por elección. {2014}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora