Capítulo 18

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Aproveché que no estaba para revisar entre sus cosas. Sabía que no tenía ningún derecho de hacerlo, pero la duda de quién era en realidad me carcomía por dentro.

Abrí los cajones sin saber lo que encontraría. Uno por uno, sin conciencia. Y ahí, entre todas sus cosas, había un sobre. Lo tomé y me quedé helada mirando lo que había dentro.

La puerta se abrió detrás de mí. Si el auto de Jorge seguía en la empresa significaba que él también. Me giré inmediatamente. Él me miró a los ojos.

―¿Qué estás haciendo, Nora?―Preguntó.

―¡Eso mismo te pregunto yo!―Llevó su vista a mis manos y abrió los ojos muy ampliamente. ―¿Quién eres? ¿Por qué tienes fotos de mi hija?―Grité.

―Antes que nada, cálmate.

―¡No me voy a calmar! ¿Qué quieres de mí?

―No entiendes nada...

―¿Cómo voy a entender si no me explicas?

―Nora, quisiera contarte, pero no quiero que estés mal y me odies...

―¡No importo yo, importa mi hija! Te prohibo acercarte a ella. Si es por lo de la ayuda que me estás dando puedes simplemente olvidarte de eso. A Leria no la metas.

―No es por esa razón. A la que ahora llamas Leria, antes era Ivonne y es mi hija.

―¿Qué?

-Lo que escuchaste, tú hija también es mi hija.

-¿De qué hablas? Eso no puede ser cierto, no creo que tengas el corazón tan podrido como para abandonar a tu propia hija en la puerta de un desconocido. Eres un monstruo.

―Es verdad, pero no tenía cabeza para pensar en otra cosa, mi esposa había muerto, no sabía qué hacer con un bebé...

―¿No sabías qué hacer? Por Dios, no por eso vas a abandonarla, en algún momento ibas a pensar en algo. ¿Fue esa la única manera de continuar que encontraste? Pues déjame decirte que no debiste seguir tu instinto, te equivocaste y eso no puedes remediarlo.

―Es por eso que ahora intento cambiar. Ya me di cuenta de lo mal que estuve, quiero ser un buen padre.

―¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Arrebatármela?

―No, no ahora, quiero que seas tú quien me la entregue por cuenta propia.

―Eso no sucederá nunca―dije con desdén.

―O te doy otra opción: Cásate conmigo. No tendrás que preocuparte por dinero nunca más y estarás cerca de nuestra hija.

―Jamás. No me voy a amarrar a ti. ―Tomé mis cosas. Me giré a mirarlo.―¿Qué hay de Theodore? ¿Fuiste tú quien lo atropelló?

―Alguien tenía que quitarlo del camino, si se enteraba que soy el padre podría meterte ideas en la cabeza.

―Estás enfermo. ―Me aproximé a la puerta para salir y no volver.

―Goza tus últimos días con Ivonne.

Salí disparada en dirección a casa. No sabía qué pensar, aún no lograba procesar la información.

Entré sin ir por Leria. Me deslicé por la puerta quedando sentada en el piso. Y las lágrimas comenzaron a caer, no era tristeza, era coraje. Había pasado un tiempo desde la última vez que había llorado y no sabía qué hacer. Me preocupaba que Jorge me quitara a Leria y si eso ocurría no me quedaría nada, absolutamente nada.

Volvería a estar sola.

Al día siguiente no fui a clases y mucho menos a la oficina. Ahí no volvería ni aunque me obligaran.

Me quedé en casa con mi pequeña una semana y media con la excusa de que estaba enferma. Había iniciado una alcancía, por si algo sucedía. Me preocupaba más que a Leria la alejaran de mí que lo que mis padres harían si se enteraban de su existencia.

Lucinda llegó a mi puerta con una bolsa de comida en la mano, por la forma en que me miraba suponía que aún seguía esperando que le dijera por qué había decidido quedarme en casa ese día.

-Espero que tengas una buena razón para faltar toda la semana a la escuela y al trabajo-entrecerró los ojos-. Cualquier cosa que necesites puedes decírmelo.

-Gracias, pero por ahora estoy bien.—Me miró con pena y se fue a casa. Por primera vez había logrado conocer lo que se sentía tener a alguien preocupándose por mi. Lucinda ya había pasado de ser mi vecina a ser prácticamente mi madre.

Esta vez la persona que se paró en mi puerta fue Jared.

-Tú, horrible persona-dijo en cuanto le abrí. -Como no había más he tenido que ponerme en equipo con Theo. ¿Por qué tuvo que volver a la escuela justamente hoy? ¿y tú por qué faltas si no estás enferma?

-Mañana iré, ya me ha entrado La culpa por mentir.

-¿Qué ocurre?-sé inclinó un poco para mirarme a los ojos.

-He encontrado al padre de Leria, o más bien, él me encontró a mí.

-¿Y eso es malo?

-Me la quiere quitar. No sé qué hacer-volví a sentir los ojos acuosos.

-¿Con qué derecho? Debería tener vergüenza de andar por ahí con tanto descaro y dirigirte la palabra a ti, que tanto te has esforzado por hacerte cargo de su hija. ¿Quién es el maldito? Iré a golpearlo un poco.

-Es Jorge.

Me miró con los ojos muy abiertos.

-¿El mismo Jorge que tanto te ayuda?

-El mismo.

Madre por elección. {2014}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora