Y Theo no había vuelto a la preparatoria durante toda la semana siguiente y unos días de la otra, semana en la que había comenzado a trabajar con el señor Jorge. Me había sido difícil pedir la renuncia en el café de Flor, pero aún así lo hice y gracias a Dios no se lo tomaron mal. Al contrario, les dio gusto el hecho de que encontrara un trabajo con el que iba a descansar y satisfacer todas mis necesidades como adolescente y estudiante.
Corrí las persianas y me levanté para comenzar un bonito miércoles.
Habían cambiado el horario por completo y me olvidé de llevar el libro de sociología. La profesora me envió directamente con el director Oscar. No era para tanto.
―Hola, Nora―dice el hombre.
―Buen día.
―¿Qué es lo que te ha ocurrido? Nunca habías venido por aquí.
―Es que el cambio de horario me ha afectado un poco...
―¿Qué te parece si hago una corta llamada a tus padres para cerciorarme de que todo está en orden?
―¿Es eso necesario? Digo, están trabajando y supongo que usted también está ocupado. Aprendí la lección, no vuelvo a salir de casa sin revisar mis cosas―sonreí nerviosa.
―Que alumna tan excelente tenemos―sonríe―, puedes retirarte.
Salgo de la oficina con el corazón golpeando fuerte.
―Nora ¿cómo sigue Theodore?―me pregunta el profesor de deporte.
―¿Que cómo sigue? ¿A qué se refiere? No lo he visto en algún tiempo.
―¿No te has enterado? Hace como una semana lo atropellaron.―Me quedé helada.
―¿Estás hablando en serio?
―No he hablado más en serio en mi vida...
―¿En qué hospital está?
―El que está aquí a dos cuadras...
Salí disparada de ahí y fui en dirección a la salida.
El portero estaba de espaldas a mí limpiando la calle, corrí si mirar atrás y le escuché gritar:
―¡Hey, tú! ¡No puedes salir en horas de clases!
Lo ignoré y seguí corriendo.
El Hospital estaba lleno de gente, fui a la recepción y pregunté:
―Disculpe ¿En qué habitación está Theodore Betancourt?
―¿Theodore el chico exigente?
Me reí y asentí.
―¿Eres familiar?―Preguntó
―Pues... Soy... Su novia, sí, su novia.
Hizo una mueca de resignación.
―Habitación 201
Recorrí el pasillo cuestionándome sobre qué le diría. Ni siquiera sabía si estaría despierto.
Toqué la puerta y escuché su "Adelante" con tono de fastidio.
Lucinda estaba ahí con mi hija en brazos. Me miró extrañada.
―¿Nora? ¿Qué haces aquí?
―No... Yo he venido a ver a Theodore...
―¿Se conocen?―Preguntó el antes nombrado.
―Ella... cuida a Leria.
―Ah, sabía que la había visto en otra parte.
―Verás, Nora, Theodore es mi hijo―sonrió. ―Me agrada que se conozcan.
―No me lo imaginé―dije y me aproximé a tomar a Leria en brazos. Me dio un beso en la mejilla y se lo devolví con más intensidad.
―Mamá―dijo abrazando mi cuello.
―Mi amor―le dije.
―¿Y necesitas algo, amiga mía?
―No, quería saber cómo estabas...
―Bien, chicos, los dejo solos. Tengo que comprar... Algo... ¿Me llevo a Leria?
―No, después de aquí voy directo a casa. Más tarde voy y te la encargo.
Me sonríe asintiendo y se va.
―¿Estás mejor?
―Si con mejor te refieres a sentirme demacrado, sí. Estoy mejor.
―Es impactante que el gran Theo esté limitado en la cama de un hospital.
Se encoje de hombros.
―El doctor dijo que me iré a casa pronto.
―Cuando eso suceda deberás ir a mi casa para que te pase los apuntes.
―Pues ya que insistes no puedo negarme...
―¿Y qué hay sobre la persona que te atropelló?―Pregunté.
―No lo han identificado, iba en un Rouge negro, creo que podría identificarlo, además, me miró y el maldito y no se detuvo―Los puños de Theo se mantenían apretados.
―Eso es malo, alguien te odia tanto que quiere matarte―me quedé helada pensando en que Jorge también tenía un rouge negro.
Era obvio que Jorge era una persona de buen corazón, él no podía ser malo.
―Bah, no creo que me odie si no lo conozco. Tú me soportas, pero no me odias―una leve sensación me recorrió la espalda.
―Carácter fuerte, corazón dañado―susurré.
―Es lo más ridículo que he escuchado en mi corta vida―ríe.
―Puedes decir lo que quieras, pero en el fondo los dos sabemos que tengo razón.
Me pongo de pie con Leria en brazos.
―Si no te molesta, ¿podrías decirme que día te atropellaron?
―El sábado como a las seis, creo...
Hora a la que probablemente Jorge se dirigía a mi casa.
―Creo que ya es hora de irme. Descansa, Theodore Betancourt.
―Hasta luego, Norita.
Salgo del hospital con una gran sonrisa en el rostro. Puse a Leria en el suelo y anduve unas cuantas calles intentando que caminara en línea recta.
―Muy bien, mi amor―le decía.
Y la gente me miraba. Cuestionándome con la mirada. Como si un uniforme importara. Como si una adolescente y un bebé fueran un error. Como si les afectara en algo. Porque con esa ignorancia nos educaron. Y no se podía cambiar su forma de pensar.
Llegué a casa pensando en mi futuro. No podía esperar para ser mayor de edad. Ansiaba convertir a Leria en mi hija legal. Me cambié de ropa y preparé algo de comer.
Entonces Jared me llamó al celular.
―¿Hola? ―Respondí.
―Nora, lamento informarte que la profesora te está esperando en el salón.
―¿Es una broma?
―No, pero tienes suerte, ya ha sonado el timbre y se marcha...
―Uff, menos mal. ―Y tenía que admitir que el corazón me había golpeado con fuerza.
Más tarde estaba yendo a la oficina de Jorge. Una calle antes de llegar a la empresa me encontré con su auto. Intentaba no pensar en él como sospechoso, además, no era el único con un auto así.
Miré la parte delantera, no había ninguna abolladura.
Entre al edificio y fui con el jefe.
Y no estaba.
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Madre por elección. {2014}
ChickLitNora se muda de país para comenzar una nueva vida, sin saber que la sorpresa de encontrar una bebé frente en su puerta la cambiará por completo.