Capítulo 19

26K 1.6K 82
                                    


No me había dado cuenta de que las vacaciones de invierno se acercaban cada vez más rápido, tenía miedo y mi burbuja de la seguridad se desvanecía poco a poco.

Ya eran mediados de octubre y había vuelto a vivir de lo que me enviaban mis padres, después de que había dejado el trabajo de Jorge no había logrado encontrar otro.

El mundo se me estaba viniendo encima y sólo se trataba de dinero.

En cuanto a mí se trataba, era la segunda vez que tenía que arreglar la falda del uniforme porque me quedaba floja. Ya me había planteado la idea de que saltarme comidas no me estaba haciendo ningún bien, pero no lo hacía porque quisiera, sólo que de tanto pensar en un futuro se me revolvía el estómago y no podía comer nada.

Y si hablamos de mirarme en el espejo, prefería no hacerlo. Ya tenía las ojeras marcadas y no era nada bonito.

Llegué a casa con Leria en brazos, la dejé viendo la televisión y fui a preparar algo de comer.

Saqué un paquete de carne del refrigerador y la puse en la mesa ya que tocaron la puerta y tuve que apresurarme a abrir. En lo que cruzaba la sala de un extremo a otro un mareo se adueñó de mí, sólo pude abrir la puerta y al ver quién estaba detrás todo se volvió borroso.

Abrí los ojos y enseguida recordé al tío Richard. Él estaba ahí cuando abrí la puerta. No podía ser cierto y si tenía suerte todo había sido un mal sueño, pero no lo era.

Miré el lugar en el que me encontraba. Un hospital. ¿Leria seguiría en casa? Me pregunté preocupada. Intenté ponerme de pie, pero alguien a un lado mío me lo impidió.

-Descansa un poco más el doctor dijo que te hace falta-dijo El tío Richard. Llevaba a mi bebé en brazos.

-¿Tú? ¿Por qué...?-No encontraba las palabras adecuadas para interrogarlo.

-¿Por qué estoy aquí?-Sus ojos azules atravesaron los míos.

-Algo así...-dije apartando la mirada.

-Estoy aquí por ti, Nora. Quiero hacer las cosas bien, quiero ser parte tu vida y que un día te enorgullezcas de llamarme papá.

-No tengo problema en llamarte papá, supongo que tampoco tú estabas enterado de que lo eras. No puedo juzgarte por nada.

Se me quedó mirando unos segundos.

-¿Quién te educó?

-Pues mis padres no...

-Me siento aliviado de que no me guardes rencor-me sonrió y le sonreí de regreso. -Ah, sobre ella-dice refiriéndose a Leria-, no supe cuando llegarían sus padres y la traje conmigo...

¿Qué hago? Pensé ¿Le digo que es mía? ¿Debería mentir?

-Eh, pues... Ella...-me armé de valor-es mi hija. Bueno, realmente pienso encontrar la forma adoptarla dentro de un par de meses-hablé demasiado rápido y tal vez no me había entendido. Permaneció callado unos segundos, sin parpadear.

-¿Qué estás diciendo?

-La niña que está en tus brazos es mi hija.

-¿Estás segura de lo que dices?

-Desde el momento en el que abrí la puerta y la vi. Nunca he estado mas segura de algo en mi vida.

-Para de bromear...

-No estoy bromeando.

-¿Una hija? ¿Tienes idea de lo que significa tener hijos?-Estaba sobresaltado.

-¿Acaso tú la tienes? Intentas ser mi padre y no puedes apoyarme...

Volvió a quedarse callado. No debí haber dicho aquellas palabras tan hirientes.

-¿Tú... Serás capaz de cuidar de ella por el resto de tu vida?

-Seré capaz de eso y más.

Miró a Leria por unos segundos y le dedicó una corta sonrisa antes de ponerla en mis brazos.

-¿Qué hay de sus padres? ¿Sabes algo?

-Hace poco me enteré de que su madre murió y su padre es un psicópata que me la quiere quitar.

-Tiene padre, Nora. Él tendría que cederte la patria potestad y ni siquiera eres mayor de edad. Si él quiere puede llevarte a juicio, y créeme que tú saldrías encarcelada y sin la niña.

-Pero él está loco, nada lo hace razonar. Ha intentado matar a un amigo.

-Hablemos de esto luego-suspiró. -Cuando te sientas mejor podemos tomar tus cosas y volver a casa.

-De acuerdo.

Volvimos a casa en silencio. Él dijo que se quedaría un tiempo porque había logrado encontrar un trabajo en la ciudad y lo aprovecharía para ser un buen padre. Yo no me opuse ni lo haría, quería ser su hija y tener el amor que me fue negado.

Salió al supermercado para comprar comida y hacer la cena. Yo le había insistido en acompañarlo para que no se perdiera y aún así no me lo permitió. Me pregunto si habré heredado la terquedad de él.

Limpié la casa una vez y con el tiempo que tardó me hubiera alcanzado para limpiarla tres veces más junto con el patio. Mi estómago rogaba por comida.

Madre por elección. {2014}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora