—No me has dicho cómo nos encontraste...—dije mientras daba una cucharada de yogurt a Leria.
—¿Recuerdas la aplicación en la que nos hizo registrarnos la señorita Méndez para localizarnos por si nos secuestraban? Pues en esa, no desactivaste tu ubicación...—rió.
—Ah, vaya, creí que no funcionaba.
—Yo también, pero no estaba de más asegurarme. Además, tienes a todos vueltos locos en tu casa—resopló—. Oí a Richard decir que no llamaría a la policía. Aún.
—Theodore—lo nombré—, cuando volvamos te regresaré todo lo que has hecho por mí. Hasta el último centavo.
—Mejor págamelo con tu salud, mujer—se acercó un poco más a mí en el sofá y me tomó la cara entre las manos. —Estás demacrada, en cualquier momento colapsarás.
Se me aceleró el corazón ante tal gesto.
—Estoy bien, no es nada—aparté la vista de sus ojos.
—La próxima vez que nos encontremos con Jorge lo golpearé hasta que no pueda siquiera levantarse. Es un maldito.
—Sí, lo es. Lo tengo muy claro.
El día pasó rápido y para cuando me di cuenta, ya tenía que volver a enfrentarme al mundo real.
Subimos al primer tren de la mañana y durante treinta minutos nos mantuvimos en silencio junto a unos cuantos pasajeros más. Estaba pensando qué hacer, cómo mirar, qué decir.
Theo llevaba los auriculares puestos y los ojos cerrados. Tuve que darle una palmadita en la mejilla para avisarle que el tren se había detenido.
—¿Lista?—Preguntó al salir.
—No—respondí.
—Yo también estoy listo, vamos.
Leria cada día estaba más pesada y me costaba cargarla. Era como un pequeño costal de azúcar.
Cuando el taxi estuvo cada vez más cerca de mi casa, sentí una enorme presión, tenía miedo. Todo lo que tenía que ocurrir iba a ocurrir pronto. Todo lo que un día evité tarde o temprano se me puso en frente.
Suspiré en un intento de calmarme y bajé a la acera en cuanto el auto se detuvo.
Theo se había ofrecido a cargar a la bebé y yo no me pude negar, pues los brazos ya me dolía. Él me dedicaba miradas que me pedían calma, que decían que todo estaría bien y yo quería confiar en eso.
Abrí la puerta y al entrar me encontré con un Richard enfurecido. Nunca le había visto esa faceta.
Me miró con odio y fue horrible, nunca me habían mirado así, me hacía sentir culpable.
—Richard—dijo Theo tratando de que calmara el semblante.
El hombre no se calmó, se acercó a mí y me dio una bofetada. Me ardía tanto, pero no me dio tiempo de decir nada cuando ya me había tomado del cabello.
T H E O
Me hirvió la sangre cuando lo vi golpearla y tomarla por el cabello. Dejé a la niña en el sofá y me abalancé a alejarlo de Nora. Era un idiota por golpear a su propia hija.
—Eres un maldito Richard—le dije entre puñetazos. —¡No te atrevas a tocarla nunca más!
—No la defiendas, mocoso.
Rápidamente se dio la vuelta por encima mio y me golpeó más fuerte de lo que yo podía golpearlo.
Se detuvo y me quedé en el piso retorciéndome de dolor. Vi algo borroso, había vuelto a tomar a Nora y la estaba zarandeando.
—¿No te bastaron dos días para recapacitar?—Le gritaba muy fuerte. —¡Seguramente ya perdiste el semestre!
Me sentí estúpido, ya tendría tiempo para sanarme, pero mientras protegería a esa chica. Con las pocas fuerzas que tuve lo empujé lejos de ella.
—¿No fue mucho diecisiete años para querer ser padre?—le pregunté dovolviéndole el daño.
—Eso es diferente—respondió después de un largo segundo de pensar.—No le veo la diferencia, ella está tratando de hacer lo que tu no hiciste: luchar por su hija.
Nuevamente me golpeó. Esta vez Nora gritaba también, quería escuchar qué decía, pero el hombre me propinaba golpe tras golpe. Se estaba volviendo oscuro todo, me iba a desmayar. Nora cayó a un lado mío con los ojos cerrados y no lograba entender nada.
*
—Despierta...—escuché seguido de un leve golpecito en el hombro. —Despierta, por favor.—Nora—hablar me costaba mucho.
—Theo, Theo. Que bueno que despiertas—intentó abrazarme, pero no supo cómo. —Richard se ha llevado a Leria—cuando la miré bien pude ver los ojos hinchados por el llanto.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿A dónde?
—No lo sé, antes me ha golpeado y me desmayé—se cubrió la cara con las manos.
—¿Te duele mucho?
—No creo que más que a ti—dijo y entonces pude sentir el dolor en todo el cuerpo. —He ido a casa de Lucinda, pero no está.
—Qué raro, mamá siempre está...
— Ahora tenemos que encontrar a Richard, me da mucho miedo lo que pueda hacerle.
—Lo más probable es que haya ido a reunirse con Jorge.
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Madre por elección. {2014}
ChickLitNora se muda de país para comenzar una nueva vida, sin saber que la sorpresa de encontrar una bebé frente en su puerta la cambiará por completo.