—¡Norita!—me llamó Linda, mi compañera de trabajo. Es un día soleado y no hay muchos clientes.
—¿Si?—Me giré para verla. Nuestro uniforme no era muy peculiar, en realidad solo era un conjunto de falda celeste, camisa amarilla y un horrible delantal blanco con encaje rosa.
—Flor nos quiere a todas en la oficina—sonrió con satisfacción—, tal vez ya se decidió a darnos los lunes libres.
—Necesitaríamos un milagro para que eso suceda—dijo Andy que se encontraba comiendo pastel en la barra.
—Es una posibilidad—Linda se encogió de hombros y me miró, haciendo que su cabello castaño y largo se moviera por todos lados.
—En un millón—añadió de nuevo Andy, ella tenía el cabello color azul neón y siempre llevana los ojos perfectamente delineados.
—Tienes razón, ella es una jefa muy mala...—dijo la castaña. Yo solo las escuchaba dando mi opinión en la mente.
—La peor...—Reímos y fuimos a la oficina de Flor.
—Apuesto a que se preguntan por qué están aquí—pasó la mirada por cada una de nosotras—, pues la verdad es que he decidido aumentar su sueldo. Quiero que mi conciencia borre el hecho de que las estoy explotando—se quedó pensando por un segundo y negó con la cabeza una gran cantidad de veces.
—¡¿En serio?!—gritó Linda y puso las manos a ambos lados de su cara.
—Eres la mejor jefa, Flor—dijo Andy sonriente.
—Gracias—realmente lo agradecía, pero fur lo único que logré decir.
—Lo sé, chicas. Pero solo serán cuatrocientos pesos más.
—No importa cuánto dinero sea. Estoy segura de que todas lo necesitamos—dije. Todas me miraron.
—Oh, Norita, eres un amor, tú si lo entiendes—Flor me abrazó tan fuerte que mis pulmones podían salirse por mi boca.
—¿Nos darás los lunes libres también?—Preguntó Linda. La jefa la fulminó con la mirada y se separó de mi.
—No, eso está fuera de discusión—dijo antes de dirigirse a la puerta. —Todas a trabajar.
Regresé a casa con muchas ganas de ver a Leria, toqué la puerta de Lucinda y apareció con la niña en brazos.
—Gracias por cuidarla—le dije—, hasta mañana—me regalóbuna sonrisa y cerró la puerta.
—A ver, Leria, di mamá—me acosté con ella a un lado. —Ma-má. Ma-má.
Luego de un rato de intentar que dijera mamá, nos quedamos dormidas. Esa noche soñé con mis padres, seguramente por el hecho de que querían verme durante las vacaciones de invierno.
En el receso fui a la oficina de la tutora, realmente me puse nerviosa por haberle contado sobre Leria. No es algo que me hubiese imaginado que iba a ocurrir.
—Firma otra vez aquí y aquí—dijo—, listo. Estás registrada, yo te aviso cuando lleguen las fechas para las reuniones. Suerte.
—Gracias, señorita Méndez—me puse de pie y me dispuse a salir.
—Espera, Nora. Quería preguntarte algo, ¿Tienes problemas de dinero? Es sólo curiosidad.
—Tengo todo bien administrado, justo ayer me aumentaron el sueldo en el trabajo—sonreí mostrando mi dentadura y ella también lo hizo.
—Me alegra escuchar eso.
La clase de la profesora Judith era muy pesada, todo el tiempo nos ponía a investigar en las enciclopedias que solo se encontraban en la biblioteca. Incluso nos encargaba proyectos de un día para otro, eso se volvía agotador y más cuando valía la mitad de nuestra calificación.
—Dejen de hacer lo que hacen y escuchenme—ella era pequeña, delgada y vieja. Llevaba el cabello corto de color rojo y mal teñido. —El próximo proyecto es para el jueves, harán una investigación muy amplia sobre la segunda guerra mundial, mínimo 30 hojas, tienen tiempo suficiente para terminarlo—acomodó sus gafas después del ataque. Pero no terminó ahí: —Ah, se me olvidaba. Es en parejas, háganlo con su compañero o compañera de al lado. Sin peros. Si les molesta están reprobados.
Miré a Theo, el me miró y apartó la mirada. «Esto va a ser difícil.» Me dije. La hora de salida fue anunciada por el timbre, todos recogieron sus cosas y se fueron. ¿Por qué solo a mí se me hacía difícil hablar con mi compañero de a lado? Vi a Theo yendo a la salida y fui tras él. Pensé en sujetarlo del brazo, pero conociéndolo me apartaría de inmediato y diría algo como:
—¿Qué quieres?—Frunciría el ceño en cuanto me viera. Haciendo que yo quedará como una tonta. Probablemente lo era, pero aún tenía algo de dignidad.
Solo me aproximé a caminar a su lado y noté que me miró únicamente por el rabillo del ojo.
—¿Qué quieres?—Preguntó. Mi táctica no había servido para nada.
—Es sobre el proyecto, somos un equi...—tenía que levantar la cabeza para poder mirarlo, pues me sacaba unos veinte centímetros.
—Hoy en tu casa—dijo sin permitir que terminara de hablarle—, en la mía no se puede.
—Espera, en la mía tampoco—no iba a arriesgarme.
—Entonces cambiemos de equipo—se encogió de hombros.
—¿Qué dices?—Abrí los ojos horrorizada. —¡Van a reprobarnos!
—En algún otro lugar, entonces...
—¿Qué tal si hacemos 15 hojas cada quien y luego las unimos?—Sugerí. Él me miró con incredulidad.
—¿Cómo sabremos si no estamos buscando lo mismo? ¿Eres lenta de pensamiento?
—Lo siento, solo era una sugerencia—bajé la mirada pensando.
—¿Entonces?—Preguntó. No me quedó otra opción que decir:
—Yo haré todo, luego te lo entrego y tú lo engargolas. Listo, ambos habremos hecho algo.
—De acuerdo—dijo y se fue.
[•••]
Había una cantidad enorme de personas entrando y saliendo del café, las piernas probablemente se sentían como si se me fueran a romper y la cintura como si se me fuera a dislocar.
Esa tarde llamé a Lucinda para preguntarle si podía dejarle a Leria hasta mañana por el hecho de que tenía que empezar el proyecto.
Me fui a casa, limpié todo y comencé. Cuando terminé las cinco primeras páginas estaba segura de que mis ojos se saldrían, pero aún así tuve que continuar.
Alguien tocó a mi puerta, como nunca había pedido a alguien que viniera y no tenía amigas, temí por todas las cosas que fueran mis padres.
Fui a abrir.
ESTÁS LEYENDO
Madre por elección. {2014}
ChickLitNora se muda de país para comenzar una nueva vida, sin saber que la sorpresa de encontrar una bebé frente en su puerta la cambiará por completo.