Capítulo 4

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Después de un fin de semana de descanso, por fin volví a mi rutina de lunes. Estaba tan cómoda en cama que no me apetecía ir al instituto. Y era horrible porque tenía que ir. Ojalá llegara pronto el viernes. Cinco pesados días que soportar.

«Bien, Nora, despierta ya. Tienes un examen dentro de dos semanas y tienes prohibido reprobar».

Entré a mi primera clase que era tutoría. Suerte que la profesora nunca nos ponía a hacer nada. Bendita hora de descanso. Podría terminar de dormir.

Pero no fue lo que yo esperaba. No podría dormir porque la profesora tocó un tema muy importante en mi vida. 

—Bien, chicos—dijo la señorita Méndez mientras se aclara la garganta—. Les haré una pregunta y no es necesario que me respondan ahora porque respeto su privacidad.

—Pregunte de una vez, maestra. Nos tiene con una duda que ni se diga...—la interrumpe Rubén fingiendo intriga.

—Tranquilo, jovencito—Le dijo y luego miró a todo el salón. —¿Alguno de ustedes tiene hijos? ¿O está en espera de uno?

—¿Qué adolescente con hijos seguría estudiando?—La volvió a interrumpir Rubén. —Porque le recuerdo que en este país quien los tiene trabaja doble.

—Nunca se sabe, Rubén. El que quiere seguir adelante, simplemente lo hace.

—¡Cállate ya, Rubén!–Le gritó Estephania.

Yo solo observé mientras recordaba a Leria, a mis ganas de estudiar para darle lo mejor, a mis compañeras de trabajo que me apoyaban en todo a pesar de no saber sobre ella y a Lucinda que siempre me brindaba su mano.

—¿Para qué necesita saber si tenemos hijos o no?—Pregunta Theo a mi lado. Me sorprende el hecho de que hable en clase.

—¡Buena pregunta, Theo! Este instituto está dispuesto a otorgar permisos adicionales a los adolescentes que sean padres para que asistan a una reunión con personas de alto rango dentro de la sociedad y que están dispuestas a pagar sus estudios en su totalidad. Todo por un mejor país—dice la profesora con una pizca de orgullo.

—¿Tienes hijos, Theo?—Pregunta al unísono un grupo de chicas que suele pasar los descansos detrás de él.

—Para nada, solo era curiosidad—, su voz es imponente, podría escucharle dar un discurso y nunca cansarme de repetirlo.

—Pues ya saben, el que esté dispuesto puede pasar a mi oficina durante el descanso. Ahora hagan alguna tarea pendiente o lo que se les venga en gana.

Y al final de todo solo dormí unos veinte minutos porque el profesor Olvera entró al aula azotando la puerta.

—Abran sus libros en la página cincuenta y siete. —Me mira por encima de las gafas. —Sigan la lectura, se los advierto.Y, Theo, por favor comienza.

—Los vasos sanguíneos funcionan como conductos por los cuales pasa la sangre bombeada por el corazón. —Su manera de mover los labios al leer es realmente sensual. —Los vasos sanguíneos pueden clasisficarse en: Arterias...

—Señorita Jeffrey, deje de observar a su compañero y continúe la lectura—me llama la atención el profesor. ¿Qué demonios tenía contra mí? Miro a Theo avergonzada y continúo. Agradezco su ignorancia.

—Llevan la sangre a los distintos órganos del cuerpo...

Finalmente la clase terminó y la siguiente pasó algo aburrid. La hora de receso fue anunciada y esta vez fui yo la primera, entre Theo y yo, en ponerse de pie. Anduve caminando y me quedé pensando en si aún debería ir a la oficina de la tutora.

Caminé por el pasillo, no iba yo a entrar ahí. Así que pasé de largo la puerta. Demonios, dije y me di la vuelta para entrar.

Ahí estaba ella, retocando su maquillaje.

—Hola, Nora. ¿Necesitas algo?—Desearía no tener que ser yo la que tenga que explicar por qué llegué ahí.

—Pues... Yo vengo por lo de... Lo de...—Las palabras se atoraban en mi garganta y reuní mis fuerzas para lograr sacarlas. —Vengo por el anuncio que hizo en la clase.

—¿Estás embarazada?—Pareciera que se le van a salir los ojos.

—No—respondí. ¿Por qué tenía que preguntar? Solo debía darme indicaciones.

—¿Tienes una hija?

—Sí.

—¿Tú? ¿Estás casada?

—No

—¿Te abandonó?

—No

—¿No sabes de quien es?

—No—digo, se mantiene callada por unos segundos.

—¿Entonces?

—Tengo una hija

—¡Por Dios, Nora! ¡Sé que tienes una hija pero dime más!

—¿No le contará a nadie?

—Tengo que hablar con tus padres, creo que es obvio.

—¡No! Ellos no lo saben—bajo la cabeza y me arrepiento de haber entrado por esa puerta.

—¿No lo saben? ¿Acaso no vives con ellos?

—Vivo sola pero según los registros municipales y del instituto vivo con unos familiares. Mi hija no es en realidad mi hija. Bueno, sí, lo es, pero no de sangre. El año pasado alguien la dejó en mi puerta y yo solo la recogí. Pensé en llevarla a una casa hogar pero ya me había encariñado. Tiene un año y un mes. Trabajo en las tardes, mi vecina la cuida y solo estoy con ella por las noches. Pienso registrarla como mi hija dentro de cinco meses, cuando cumpla dieciocho.—Cuando miro a la profesora ella tiene los ojos muy abiertos.

—¿Cómo haces para sobrellevarlo todo tú sola? Es decir, estoy impresionada.

—Sí, en realidad uno se acostumbra. Te levantas cada mañana con la certeza de que todo vale la pena. Siempre tengo un motivo para salir adelante, sin importar lo que suceda.

—Voy a apuntarte y decir que tus padres están fuera de la ciudad. Vuelve mañana a esta hora, necesito tus firmas.—Me dedica una sonrisa y salgo.

«Perfecto, Nora, ahora alguien lo sabe y probablemente la voz se corra».

Camino rápido esperando que nadie me vea saliendo de ahí.

Madre por elección. {2014}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora