Capítulo 8

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Reaccioné demasiado tarde y Theo se sentó conmigo en su regazo. ¡Por Dios! Podía darme algo sin que él se diera cuenta. Me puse de pie y él también lo hizo.

—¿Estás bien?—Preguntó mirando a la nada mientras regulaba su respiración.

—Sí, ¿y tú?—pasé mi brazo por mi frente para quitar el sudor, me encontraba muy cansada.

—También. La clase ya terminó así que deberías beber agua porque te ves horrible.

—Eres cruel, pero ¿debería decir gracias?—cuestioné algo horrorizada, nunca alguien me había dicho eso.

—Mejor no digas nada—se giró un poco y soltó una leve risa.

—¿Te lastimaste?—Me preguntó el profesor acercándose detrás de mí.

—No, no fue nada—dije. «En realidad se lo agradezco.»

—Deberían arrestarme por violencia escolar—comienza a reír sin parar, su risa era como escuchar un perro tratando de hablar. Theo y yo solo lo observamos hasta que terminó, su comentario no nos causó ni la más mínima gracia.—Bien ya pueden irse, la clase acabó.

Todos tomamos rumbos diferentes. Fui al vestidor y había tres chicas en la entrada que cuando me vieron se acercaron intimidantes.

—¿Tú eres Nora?—Preguntó la que tenía puesto el uniforme de las porristas mientras me señalaba con la pluma que llevaba en la mano.

—Sí, soy yo—dije algo dudosa.

—¿Qué relación tienes con Theo?—dijo la de gafas. ¿Una interrogación? ¿A qué venían esas preguntas?

—Ninguna...—pensé bien antes de hablar. —Sólo somos compañeros de clase...

—Mantén tu distancia. Theo es nuestro. Estás advertida—pasaron por mi lado para alejarse.

Me quedé ahí parada un momento, nunca nadie me había amenazado. Me vestí para el receso y salí. El comedor estaba igual de repleto como todos los días, no me había dado cuenta de ese nudo en el estómago hasta que pedí el almuerzo y no me dieron ganas de probarlo. 

Fui hasta las gradas del campo de fútbol, los rayos del sol caían débiles sobre mi piel y un suave viento acariciaba mis mejillas. Era una agradable sensación que me hizo desear tener a Leria en mis brazos.

En casa Leria se durmió demasiado pronto, dejándome con las ganas de jugar con ella. Terminé mi tarea y preparé las cosas del día siguiente. Era muy temprano para dormir, pero aún así el tiempo se me pasó volando mientras pensaba en ese chico que nunca me miraría. 

 Leria entró a mi vida como la luz que me guiaría a través del universo ayudarme a encontrar mi verdadero camino. 

Finalmente el muy deseado sábado llegó. Me había arreglado con Lucinda, otra vez, para que cuidara a la pequeña y escondí las fotografías, ropa y objetos que delataran el hecho de que ahí vivía alguien más.

Solo se me olvidaba algo: no sabía a qué hora llegaría Theo.

Eran apenas las 2 de la tarde, me senté en el sofá y traté de descansar un poco. Si él llegaba escucharía el sonido de la puerta siendo golpeada, así que cerré los ojos y no tardé en quedarme profundamente dormida.

«Solo eres la chica que se sienta a mi lado y con la que me tocó hacer un proyecto.» Esa frase se había metido en lo más profundo de mi cerebro que ya hasta comenzaba a asecharme en forma de pesadilla.

Un suave golpeteo en mis mejillas me hizo soltar un gruñido, me moví un poco aún inconsciente, pero los golpecitos no cesaban. Esta vez abrí los ojos y lo primero  que vi fueron los encantadores ojos de Theo que se encontraba incado frente a mi con sus dedos sobre mis mejillas.

Cuando se dio cuenta de que me desperté se alejó un poco y río durante un microsegundo, literalmente.

—¿Theo? ¿Como entraste?—Pregunté algo sorpendida. El corazón me daba golpes en el pecho.

—Toqué durante un rato, pero no abrías, así que abrí la puerta por mi cuenta. Debes poner el pestillo, podría entrar alguien—dijo algo frustrado. Su mirada se paseó por el lugar hasta chocar con la mía.

¿Se estaba preocupando por mí?

—Gracias—le dije. Estaba tan emocionada con el simple hecho de que estuviera ahí, frente a mi, que ni siquiera podía articular otra palabra.

—¿Comenzamos? Tenemos que terminar rápido porque tengo un compromiso más tarde—. Entonces me sentí celosa, seguramente porque sería con una bonita chica. Qué estoy pensannndo.

—Claro—sonreí y lo conduje hacia mi habitación.

—¿Otra vez no están tus padres?—Realmente me apena contestar, pues me remuerde la conciencia.

—Sí, llegarán más tarde—miento algo nerviosa.

Nos apresuramos a continuar con el trabajo. Él traía consigo su laptop y eso nos haría terminar más rápido.

—Esto de escribir es completamente aburrido—comenté—, creo que haré la portada.

—Más vale que seas creativa, la portada es muy importante—dijo serio y sin despegar la mirada de lo que escribía. Se veía tan apuesto.

Me enfoqué en poner solo imágenes de color blanco y negro, eso le daría un aspecto parecido a la segunda guerra mundial.

—¿Cual es tu nombre completo?—pregunté, yo sólo sabía que se llamaba Theo.

—Theodore Betancourt.

¿Por qué nadie me dijo que se llamaba Theodore? ¡Soy una pésima compañera!

—¿Theodore?—Estuve sorprendida por unos segundos.

—Sí, ¿algún problema?—dejó de hacer lo que hacía y me miró, yo desvié la mirada mientras el corazón intentaba salirse de mi pecho.

—No, ninguno.

—Sé lo que creías, estabas segura de que me llamaba Theo—rió y continuó su trabajo. 

—De acuerdo, no volveré a equivocarme—aseguro mientras lo escribo.

—Eso espero. No me sorprendería que acabe sin calificación porque hayas escrito mal mi nombre.

Me golpeo la cara mentalmente.

Theo bostezó y me las ingenié para no hacerlo yo, porque luego se daría cuenta de que lo estaba observando.

—Iré a buscar algo de tomar—me puse de pie y caminé hacia la cocina. Él se estaba quedando dormido y no podía faltar a su compromiso.

Ni siquiera sabía qué llevarle así que saqué la jarra que tenía agua de sabor fresa y dos vasos, para luego volver a la habitación.

Cuando entré él estaba dormido con el brazo bajo su cabeza y recargado sobre el escritorio. El trabajo terminado estaba sobre el mío y eso significaba que ya habíamos terminado por completo.

No quería despertarlo. Lo dejaría descansar unos minutos más y lo despertaría rápido. Mientras tanto puse la jarra en la mesita de noche e imité su posición y cerré los ojos durante un momento.

No tardaría en volver a abrirlos, sólo sería un rato. Todavía eran las cuatro.

Un leve sonido me despertó. Theo estaba parado frente a mi diciendo mi nombre.

—Nora, tenías que despertarme, no dormir también—dijo molesto. Miré el reloj y vi que ya eran casi las seis.

Rayos, no debí cerrar cerra los ojos, ni mucho menos dejarlo dormir.

—Me voy—continuó—, mañana vengo por el trabajo para llevarlo a engargolar.

—No te molestes, yo lo llevo...

—Dije que mañana vengo.

—De acuerdo—le dediqué una sonrisa antes de que se diera la vuelta y se fuera sin darme tiempo de acompañarlo hasta la puerta. —Adiós—murmuré para mí misma.

Al menos lo veré mañana, pensé mientras ponía una sonrisa tonta en mi cara.

Madre por elección. {2014}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora