Capítulo 8

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Christopher la miraba extrañado, casi se lo había rogado. Había dicho que quería reírse y olvidar las cosas dolorosas un rato.

-Dulce nunca te has emborrachado –dijo Christopher mirándola seriamente.

-¿Prefieres que me emborrache en un bar que con mi mejor amigo? –preguntó ella. Christopher sintió que la amenaza de "emborracharse en un bar" no era en vano, así que era mejor aceptar. El suspiró largamente, mientras su mano recorría el cabello de ella con dulzura.

-No, está bien. Pero escucha. Solo beberás lo que yo diga, es para que no te sientas mal luego ¿sí? Y solo de un trago a la vez, porque o si no terminarás vomitando –dijo Christopher seriamente. Ella asintió con una dulce sonrisa, Christopher, el que siempre cumplía sus caprichos. Él no le decía que no cuando ella lo miraba fijamente. Aunque ella no tenía idea el porqué, que claramente, era porque Christopher no se resistía a ella.

-Está bien Christopher, sé que me cuidarás –dijo ella mientras pasaba sus brazos alrededor del cuerpo de Christopher, abrazándolo. Christopher suspiró, ella era tan irresistible, tan poderosa sobre él. Nunca podía decirle que no, pese a que lo intentara.

-Bien, iré a ver que podemos tomar. Pero antes, comerás algo ¿oíste? –ella asintió. Christopher fue al pequeño bar que tenía su madre para cuando había invitados. Miró las botellas, quizás el vodka no la haría sentir tan mal luego... por lo menos de lo que allí había era lo más suave. Lo sacó, mientras tomaba dos vasos, los llevó y puso sobre la mesita de centro. Ella lo miró, mientras él iba a ver que podían comer antes de tomar algo. -¿quieres papas fritas?

-Claro –dijo ella sonriendo. Tomó la bolsa de papas, mientras Dulce miraba la botella y la analizaba. Christopher negó con la cabeza, divertido. Era tan inocente su pequeña. Solo imaginarla cuando bebiera le causaba gracia.

-Aquí tienes –abrió las papas y comenzaron a comer mientras hablaban un montón de cosas sin sentido. Christopher le sirvió un vaso de vodka. Ella le sonrió, nerviosa. Tomó un poco, no sabía tan mal. Christopher la observó con cuidado, sin decir absolutamente nada. Al cabo de cuarenta minutos, ella se reía sola, mientras Christopher aún no se mareaba. Ella se reía divertida de casa cosa que hacía Christopher.

-Bueno, ¿sabes? Ni siquiera estoy mareada –balbuceó Dulce. Christopher se río divertido, estaba bastante borracha en tan poco tiempo. La miró con ternura, no permitiría nunca que ella estuviera tan indefensa con algún idiota que no la protegiera como él lo hacía. Nadie nunca la cuidaría tanto. -¿por qué me miras tanto? –preguntó ella con voz chillona.

-Nada, nada –dijo Christopher riéndose y levantando las manos de forma inocente.

-¿Sabes? –Dijo ella –si no fueras un mujeriego imperdonable y un engreído, me gustarías –dijo ella divertida. Christopher sintió algo extraño en el estómago –y si yo te gustara... -balbuceó –seríamos una buena pareja –comenzó a reírse divertida.

-¿Por qué dices eso? –preguntó Christopher con intriga, pese a que ella estuviera borracha, parecía muy sincera.

-Porque sacándote el defecto de acostarte con cada cosa con pelo largo y un buen trasero, y de que cuando estás en la escuela no eres el mismo, eres uno de los mejores chicos que conozco –dijo ella mientras jugaba con los rulos de Christopher. Mientras tanto él, estaba en una especie de debate en su mente. ¿Así que era uno de los mejores chicos? Sus labios se curvaron en una sonrisa, tomó otro vaso y se sirvió más vodka. Ahora estaba un poco más mareado, aunque aún tenía conciencia.

-No me acuesto con todas las cosas con pelo largo y buen trasero –dijo Christopher frunciendo el ceño. –y no soy engreído.

-En la secundaria, lo eres –dijo ella mientras bebía más. – ¿Por qué no me cuentas con quien perdiste la virginidad? Nunca me lo has dicho –dijo ella con una sonrisa torcida.

ɦσω τσ ɩσɣɛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora